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Roberto Carbajal

La aventura humana

La vía neandertal

Cuando parecía que habíamos abandonado toda esperanza, llega un genetista de la Universidad de Harvard y nos brinda una solución casi perfecta. Como no tenemos salida a corto plazo para la regeneración humana, George Church propone resucitar a los neandertales. Cree que es posible que puedan incluso crear una cultura propia y convertirse en una fuerza política. Un anhelo para nosotros. En vez de ser esclavos los de siempre, sustituiríamos esos puestos por los recién llegados. Pasaríamos de la finura conservadora, de los descabezados socialistas y nos pondríamos a las órdenes del rudo Partido Neandertal Auténtico (PNA), con un par. Exploraríamos el morbazo de ser gobernados por una clase de hombres desaparecidos hace 30.000 años, pero resucitados por el Homo sapiens, la especie de rodilla fácil.

Church considera como ventaja la clonación de neandertales en que tendrían una forma de pensar diferente. Basa esta suposición en su capacidad craneal, superior a la nuestra. Este y otros tamaños dan juego en muchos campos. Como entretenimiento, no está mal ver seres de otros tiempos. Pero Church busca una mujer “extremadamente valiente” para implantar el primer embrión, porque estos amigos eran enormes y se necesitan unas caderas bestiales para alojarlos. Cuando insiste en esa valentía extrema, cabe preguntarse qué demonios saldría de ese útero. Lo suyo sería educar al mestizo en casa, para no traumatizarlo por la crueldad de los niños sapiens. Si nace hembra el asunto se complica aún más. Pasaríamos de la depilación brasileña a otra más prolija. Cinco horas en el baño se quedarían cortas para dar el pego ante una cita con uno de los nuestros.

George Church insiste mucho en la conciencia política que crearía este grupo neandertal. Pero viviendo entre nosotros se contaminarían pronto con nuestros vicios, como en ‘El planeta de los simios’ o la orwelliana ‘Rebelión en la granja’. Mejor quedémonos con el recuerdo evocador de Jesús Gil y Álvarez Cascos. Y eso de que se extinguieron, pongámoslo en cuarentena.

Publicado en El Norte de Castilla el 23 de enero de 2013

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Sobre el autor

Tenía siete meses cuando asesinaron a John F. Kennedy. De niño me sentaba en los parques a observar a la gente, pero cuando crecí ya no me hacía tanta gracia lo que veía. Escribo artículos de opinión en El Norte desde 2002, y críticas musicales clásicas desde 1996. Amo la música, aunque mi piano piense lo contrario. Me gusta cocinar; es decir, soy un esclavo. Un esclavo judío a vuestro servicio.


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