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Roberto Carbajal

La aventura humana

Quiebra moral

Decía Bismarck que estaba convencido de que España era el país más fuerte del mundo: lleva siglos queriendo destruirse a sí mismo y no lo consigue. Estoy de acuerdo con el canciller alemán, no conseguimos destruirnos, pero por el camino los próceres de la patria van sembrando de cadáveres el suelo institucional que la pone en peligro. La corrupción es un mal endémico en el mundo, no nos engañemos, solo que muchos países de nuestro entorno se enfrentan a ella con contundencia y resuelven en un tiempo razonable los casos que les estallan ante sus narices. Nosotros vamos lentos en estos asuntos y se nos da mejor montar espectáculos durante las detenciones que en aligerar el expediente y meter a toda esa basura en la cárcel.

España es un mar de lágrimas por la situación económica, y además tiene que soportar que quienes estaban al frente de bancos e instituciones se han llevado el dinero público a camiones. Por muy sorprendente que pudiera parecer, el desmantelamiento y las últimas detenciones de Granados y compañía constituyen la punta del iceberg de lo que se ha venido robando en España. No existen policías suficientes para meterse a saco bajo las moquetas del poder. El caso que acaba de estallar en Madrid y León es un esbozo de lo que se practica en el conjunto del Reino. Los Pujol, Acebes y demás familia son apellidos de relumbrón, pero profundizar en nuestros ayuntamientos dejaría al Estado patas arriba. No hay que ser un lince para observar cómo ha cambiado el nivel de vida de quienes se desenvuelven entorno a las casas consistoriales o diputaciones provinciales. La corrupción atenta contra la estabilidad de una forma demoledora. Convierte a ciudadanos honrados en delincuentes porque el soborno es demasiado tentador y puede resolver la vida de muchas sagas. Pero esa corrupción cala en el conjunto de la ciudadanía, que se vuelve descreída hacia las instituciones laxas que no acometen este cáncer. España no puede permitirse en un entramado de mordidas y deslealtades. La justicia debe actuar con contundencia.

Publicado en El Norte de Castilla el 29 de octubre de 2014

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Sobre el autor

Tenía siete meses cuando asesinaron a John F. Kennedy. De niño me sentaba en los parques a observar a la gente, pero cuando crecí ya no me hacía tanta gracia lo que veía. Escribo artículos de opinión en El Norte desde 2002, y críticas musicales clásicas desde 1996. Amo la música, aunque mi piano piense lo contrario. Me gusta cocinar; es decir, soy un esclavo. Un esclavo judío a vuestro servicio.


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