Los jóvenes han dicho basta. Las encuestas que maneja el CIS lo dejan claro: sólo un tres y seis por ciento respectivamente votarían al PP y al PSOE en la franja comprendida entre los dieciocho y los veinticuatro años. Esta tendencia se veía venir desde hacía tiempo. ¿Qué han hecho estos dos partidos para granjearse la simpatía de este grupo ciudadano? Empeorar las cosas aún más. Siempre nos pareció que los jóvenes pasaban de la política y que estaban a sus asuntos; ya saben, los móviles, las redes, la eclosión hormonal y todos los tópicos que queramos añadir. Pero mientras los adultos que manejaban y mangoneaban la política en España renegaban de la juventud, ésta comenzó a generar un pensamiento propio y a despegarse de las clases dirigentes tradicionales, que se han mostrado incapaces de resolver el futuro juvenil y de cortar de raíz sus esperanzas. Y es en este punto en el que les chirría la actitud y la aptitud para organizarse y plantar cara a los Rajoy, Sánchez y el resto de lo que llaman casta. Es cierto que la mayoría de las propuestas de partidos como Podemos, al que la gente joven va a votar en masa en las elecciones que se celebrarán a lo largo del año, son utopía pura y dura, dado que la política real en el contexto mundial en el que nos desenvolvemos pone a cada uno en su sitio y los pies en el suelo. Pero el desafío al bipartidismo es un hecho. Los partidos políticos todopoderosos son una realidad, aunque pronto podrían ser historia. Durante la primera Transición se les dotó del control total, y comenzaron a enseñorearse de las instituciones, provocando una mezcla impresentable entre los tres poderes del Estado, colocando a dedo a los afines y desencantando a todo el mundo. Ha pervertido la democracia y, dañando las instituciones, han sembrado de descrédito el campo que pertenecía al pueblo. Los cambalaches tocan a su fin. Cuando comience a caer en las urnas la hegemonía de los de siempre, es posible que algo empiece a cambiar. Mientras tanto, esta gente seguirá anclada en el aturdimiento.
Publicado en El Norte de Castilla el 8 de abril de 2015