La naturaleza es caprichosa y quiso que José María Aznar y José Manuel Soria se parecieran físicamente, salvo en la altura. De igual forma, ambos han escamoteado a la hacienda pública su dinero. Aznar lleva tiempo dando lecciones de moralidad, aunque al séptimo día descansó para sumarse a una guerra en la que perdimos todos. Ahora resulta que se puede acceder al despacho de Montoro para aclarar unos cuantos desajustes contables; según el ministro, pareciera que cualquiera puede llamar a su puerta y tratar sobre los euros que hemos dejado de apoquinar gracias a la ingeniería financiera. El expresidente facturó parte de sus ingresos por conferencias a la empresa que sostiene con su esposa, Ana Botella. Hacienda le tiró de la oreja y el líder mundial se plantó en el Ministerio. Todo se ha sabido gracias a una filtración de la Agencia Tributaria o tal vez a través de alguien que quería bien a Aznar, ve tú a saber. El caso es que este ejemplar de español zigzagueó para eludir retratarse ante el espejo como hacen los ciudadanos de bien. Es sabido que la soberbia puede a este prohombre de la política global, y es que esas cosas no se hacen, querido José María.
Dejemos a Miniyó y miremos hacia arriba. El exministro de Industria no recordaba que mantuvo una cuenta opaca en Panamá. Tiene gracia: como si poseyera quinientas y una escapó a su atención. Las explicaciones de Soria sobre el asunto provocan risa. Han falseado mi firma, es alguien que se llama como yo, no lo recuerdo, sí me acuerdo pero es legal y así sucesivamente, hasta enmerdarse de un modo loco y no dejar respirar al Gobierno y a su partido, que no sabían dónde meterse de tanto sonrojo. Este ex ha sido, con diferencia, el peor ministro de Industria de la democracia. Eludió su deber de tratar de embridar a las compañías eléctricas, a las de telefonía y socorrer a la maltrecha minería leonesa. Pero el sujeto supo ocultar parte de su patrimonio en el país centroamericano. Al final, tanto ridículo derrotó a su arrogancia. Esta ha sido la historia de los dos Joses. ¡Ay, chacho!
Publicado en El Norte de Castilla el 20 de abril de 2016