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Roberto Carbajal

La aventura humana

Putas de plástico

Quienes se manifiestan en contra de la prostitución están de enhorabuena. Una empresa ha abierto en Barcelona un prostíbulo con unas trabajadoras del sexo muy especiales. Están fabricadas de látex, tienen pelo y todos los aditamentos físicos que se pueda imaginar. Las muñecas son tan reales que cuesta distinguirlas de las mujeres de carne y hueso. El tacto es otro de sus fuertes, la higiene está asegurada y los precios son similares a lo que dicta el mercado de las meretrices reales. De momento cuentan con cuatro, una con rasgos europeos, otra de apariencia africana, la tercera de facciones asiáticas y, la más extravagante: de hechura de dibujos animados japoneses. Solo les falta hablar; todo lo demás viene de serie. Además, se puede elegir que luzcan ropa para que el juego mantenga cierto misterio. Por si fuera poco, el cliente puede estar acompañado de su esposa, para pasarlo bien y conocer la parte oculta de su pareja. Estoy seguro de que a los biempensantes la idea no les satisface, porque las cosas del sexo hay que ejercerlas como Dios manda y sin ninguna profilaxis.

Tanto sectores conservadores como progresistas están de acuerdo en que la prostitución es una práctica que debe ser erradicada, aunque por motivos diferentes. No obstante, la realidad es que la gente usa este servicio y prefiere que sean seres humanos, y no muñecas, quienes den salida a sus fantasías y necesidades fisiológicas. La irrupción de ‘Lumi Dolls’, que es como se llama esta empresa del plástico hecha mujer, va a contrariar a más de uno, pues se instala en un limbo moral que reta a los más reaccionarios. Las muñecas en cuestión pueden comprarse en Internet a un precio razonable, si se puede cuantificar así. Lo que está claro es que puede ahorrar muchos disgustos, porque la gente retiene en su cabeza muchas fantasías y tal vez la infidelidad no sea tal gracias a estas nuevas trabajadoras que, vaya, no tienen mala pinta. Por el precio de un coche utilitario, usted puede tener una en casa. No la siente a la mesa; no conviene abusar, no vaya a ser que se pase de listo.

Publicado en El Norte de Castilla el 15 de marzo de 2017

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Sobre el autor

Tenía siete meses cuando asesinaron a John F. Kennedy. De niño me sentaba en los parques a observar a la gente, pero cuando crecí ya no me hacía tanta gracia lo que veía. Escribo artículos de opinión en El Norte desde 2002, y críticas musicales clásicas desde 1996. Amo la música, aunque mi piano piense lo contrario. Me gusta cocinar; es decir, soy un esclavo. Un esclavo judío a vuestro servicio.


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