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Roberto Carbajal

La aventura humana

Tráfico

Ha nacido una nueva generación de idiotas muy peligrosos que abarca a sujetos de todas las edades. Se trata de gente que, mientras conduce, lee y escribe mensajes con su teléfono celular. Es muy raro que cada día no me encuentre con alguno de ellos. Hablar por teléfono a bordo de un automóvil es una temeridad, sobre todo si se hace transitando en ciudad, en la que un segundo puede marcar la diferencia entre la vida y la muerte. Pero la cuadratura del círculo es contestar mensajes con una mano en el volante y la otra en el teléfono. Me resulta inconcebible que alguien crea que puede hacer las dos cosas al mismo tiempo, cuando de por sí dirigir un coche está sometido a peligros constantes. Si te despistas, puedes acabar con la vida de un viandante o herir seriamente al conductor de otro vehículo. Si se produce un accidente, es recomendable advertir a la policía de que haga una triangulación de antenas para comprobar que en la hora del incidente el teléfono del conductor estaba siendo utilizado. Esta acción debería practicarse por defecto, sobre todo en los casos en los que una persona salga gravemente perjudicada. Todos deberíamos denunciar esta imprudencia ante las autoridades para prevenir, que es mejor que curar.

La otra tarde un informativo de Telecinco hablaba de los coches que conducen solos. Las imágenes estaban ilustradas con dos personas sonrientes acomodadas en los asientos traseros. El grueso de la noticia giraba en torno a si era seguro o no este tipo de artilugio. La tecnología debe estar al servicio del hombre y no al revés. Lo más sorprendente de la información era que habían contratado los servicios de especialistas en ética para dirimir si el ‘autocoche’ debería velar por la seguridad de un niño cruzando la calle o preservar la vida de los ocupantes del vehículo. Es como si se pretendiera que la técnica relegue al ser humano a un segundo plano intolerable, cosificándolo. ¿Nos hemos vuelto locos o qué? Este tipo de relatos te deja un frío en el cuerpo estremecedor, la verdad.

Publicado en El Norte de Castilla el 15 de noviembre de 2017

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Sobre el autor

Tenía siete meses cuando asesinaron a John F. Kennedy. De niño me sentaba en los parques a observar a la gente, pero cuando crecí ya no me hacía tanta gracia lo que veía. Escribo artículos de opinión en El Norte desde 2002, y críticas musicales clásicas desde 1996. Amo la música, aunque mi piano piense lo contrario. Me gusta cocinar; es decir, soy un esclavo. Un esclavo judío a vuestro servicio.


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