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Roberto Carbajal

La aventura humana

Prohibir, prohibir, prohibir

Dicen que en televisión el color amarillo trae mala suerte. Ahora se entiende que a los aficionados del Barcelona les prohibiesen acceder al estadio donde se disputaba la final de la Copa del Rey de fútbol ataviados con ese tinte. No tenía nada que ver con ninguna connotación política. Entonces no comprendo que a los árbitros no se les privase de ir vestidos con camisetas del mismo color; por tanto, la razón debía ser otra. Ahora caigo: iban a colocársela durante la interpretación del himno nacional. A este servidor de ustedes le aturde todo. En los accesos al estadio la policía había instalado unos contenedores en los que, tras los registros pertinentes, depositaban cualquier camiseta amarilla que portasen los aficionados ‘culés’, no importaba si contenían o no alguna leyenda con eslóganes reivindicativos en favor de los políticos presos catalanes. Según la policía, no tenían órdenes políticas; despojaban a la gente de la prenda de oficio para evitar tensiones durante el desarrollo del evento. Venga ya: las fuerzas del orden actuando al margen de la delegada del Gobierno y del ministro del Interior.

Estaba previsto. Gran parte de los aficionados del Barça pitaron el himno. TVE tocó la tecla correspondiente para minimizar el efecto, pero la gente silbó y punto. Fue un ejercicio de libertad de expresión, nos agrade o no. Es de pésimo gusto blasfemar contra Dios o la Virgen, pero, simpatías al margen, al actor bufón Willy Toledo le asiste el derecho a expresarse como desee. Lo hizo por la denuncia contra unas mujeres que osaron sacar en andas por las calles de Sevilla a una vagina enorme, como si fuese un paso semanasantero, para reivindicar no sé qué. España goza de poca calidad democrática. Nuestro país debe acostumbrarse al discrepante y tolerar la libertad de expresión en todos los ámbitos.

Marc Márquez ganó el gran premio de motociclismo en Austin. El público afín a su antagonista Valentino Rossi le silbó. Pero cuando sonó el himno nacional español, los espectadores guardaron silencio en señal de respeto. Sí, nos queda mucho que aprender.

Publicado en El Norte de Castilla el 25 de abril de 2018

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Sobre el autor

Tenía siete meses cuando asesinaron a John F. Kennedy. De niño me sentaba en los parques a observar a la gente, pero cuando crecí ya no me hacía tanta gracia lo que veía. Escribo artículos de opinión en El Norte desde 2002, y críticas musicales clásicas desde 1996. Amo la música, aunque mi piano piense lo contrario. Me gusta cocinar; es decir, soy un esclavo. Un esclavo judío a vuestro servicio.


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