Para poder estar alegres, para poder experimentar el profundo regocijo de la Navidad, es necesario descomplicar nuestro pensamiento. Es necesario intentar ver la vida con la frescura de la mirada de un niño. La gente que se considera demasiado inteligente -y que seguramente lo es- para intentar esta reducción de los grandes planteamientos del enfoque […]
Para poder estar alegres, para poder experimentar el profundo regocijo de la Navidad, es necesario descomplicar nuestro pensamiento. Es necesario intentar ver la vida con la frescura de la mirada de un niño. La gente que se considera demasiado inteligente -y que seguramente lo es- para intentar esta reducción de los grandes planteamientos del enfoque de la vida y del mundo, de su vida y de su mundo, a través de la sencillez y de la simplicidad, no sabe lo que se pierde. Si lo supiera, abandonaría su postura engolada, engreída, y cantaría un villancico al Niño Dios. Ese es el milagro que pido para mí y para los míos: la sencillez de corazón. Y también lo pido para ti y para todos aquellos que me leen habitualmente. Un abrazo.