Sally Salminen
Madrid, Palabra, 2012, 525 páginas
El argumento
Una joven de familia acomodada rechaza varios pretendientes con los que su familia desearía que se desposase. Sin embargo, se casa con un joven, Johan, de profesión pescador, y de afición mentirosa, quien la conquista contándole mentiras sobre la isla de la que procede, la climatología, su casa, etc.
Katrina tiene la oportunidad de comprobar cuán lejanas están las palabras de su ya marido, de la realidad con la que se da de bruces: una pequeña cabaña, sucia y desvencijada en la que Katrina pasará su v ida. Al día siguiente de su llegada a la isla, el marinero se embarca y deja sola a la joven esposa, quien se ve obligada a trabajar en las duras tareas agrícolas de la isla para poder comer. Pronto descubre que está embarazada. Con el otoño, su marido regresará, a tiempo para ayudarla en su primer parto. Es Katrina quien sostiene el hogar. El matrimonio tiene tres chicos y la pequeña Sandra que morirá pronto por falta de alimento y malas condiciones de la vivienda. Porque Johan, aunque es un buen hombre, resulta bastante inútil para sacar a su numerosa prole adelante Katrina conseguirá criar a sus tres hijos varones para verlos más tarde incorporarse a la marina mercante: no tenían dónde elegir en una isla de pescadores.
A pesar de las ausencias largas de Johan, Katrina sabe ser fiel; y generosa antes sus grandes defectos. Aprende a fijarse en lo cariñoso que es, en su alegría y en su integridad. Transige con sus caprichos. Y perdona su debilidad física, su falta de salud. Ella suple su torpeza (no se ve capaz de hacer el féretro para Sandra y es Katrina quien lo fabrica a escondidas…). Enseña a sus hijos el respeto al padre, a pesar de sus defectos.
Ante las murmuraciones y sospechas de los vecinos de infidelidad, Katrina acierta a demostrar a su marido su inocencia y su cariño hacia él. Y al final de su vida, años después del fallecimiento de Johan, encontramos a una mujer que añora a su esposo y desea ardientemente que la muerte los reúna nuevamente.
Finlandia es un país muy extenso y poco poblado: no llega su población a los seis millones de habitantes. Su suelo está congelado la mayor parte del año. Sin embargo, sus habitantes, gracias a la educación, han sabido desarrollar la tecnología y la informática, base de su desarrollo industrial y su nivel económico.
La isla en la que se desarrolla la acción está situada en el Báltico a la altura de la capital. Finlandia perteneció a Suecia hasta comienzos del siglo XIX cuando cae en manos rusas. Tras la Segunda Guerra Mundial consigue su independencia.
Durante el largo periodo histórico de su pertenencia a la corona Sueca, Finlandia formó parte de los acuerdos y desacuerdos entre Noruega, Suecia y Dinamarca. La unión y divisiones sucesivas de estos tres reinos influenciaron la vida de los finlandeses. Por los estrechos lazos comerciales que establecieron con el Reino Unido, todo lo acaecido en este tuvo su trascendencia en los tres países bálticos y por lo tanto en Finlandia. Me refiero a la separación de la Iglesia Católica tras la negativa a conceder el divorcio a Enrique VIII. No sólo se separaron el Reino Unido e Irlanda del Norte. También se separaron los países bálticos y expropiaron a la Iglesia Católica sus bienes.
¿Pero cómo asimiló la población de estos países que llevaban siete siglos viviendo como católicos? El sacramento de la Penitencia, por ejemplo, dejó de administrarse. El control de la conducta moral que en la Iglesia Católica se arraiga en la libertad de conciencia y en la formación de esa conciencia a través de la Confesión personal se perdió. Y ese control se trasladó a la sociedad en las sociedades protestantes. De ahí la importancia de “parecer” aunque “no se sea”. La novela es un medio más que puede formar a las nuevas generaciones protestantes mediante la exposición de las conductas adecuadas que al final recibirán un premio: el triunfo social de la virtud. Por ejemplo: La letra escarlata, de Nathaniel Hawthorne, publicada en 1850.
Katrina y la literatura.
Para entender esta novela habría que pensar en el principio filosófico deleitare aut prodesse, “instruir deleitando”. A lo largo de la historia de la Literatura, encontramos novelas que se proponen destacar las virtudes de los personajes o dejar claros los defectos de algunos de ellos con la finalidad de estimular a la imitación de las buenas conductas o evitar las malas.
En 1744, en Londres, Samuel Richardson publica Pamela Andrews o la virtud recompensada.
No fue la única de sus novelas con las que se intentó deleitar e instruir en el comportamiento social. Pamela, una joven sirvienta virtuosa, sabe permanecer en la virtud y así conquista a un noble, quien, al desposarla le da riqueza y ascenso social. Lo mismo ocurre en Clarissa Marlowe, 1748, aunque aquí la protagonista recibe el castigo por no respetar el matrimonio propuesto por los padres y confiarse al amante.
Charles Dickens, un siglo después, nos muestra un Oliver Twist, 1838, que sabe mantenerse en la virtud, en la honradez, a pesar del ambiente en el que le toca vivir por su situación de pobreza extrema. Oliver, al final, recibirá también el premio de la riqueza y ascenso social.
En Francia encontramos Julia o la nueva Eloísa de Rousseau, y La vida de Marianne, de Marivaux. En ambas, la protagonista virtuosa triunfa social y económicamente.
Este tipo de literatura encontró su réplica satirizante inmediatamente, debido al éxito que cosechaba. Así Fielding parodia Pamela en Shamela, 1741, una joven intrigante y trepadora. O en Joseph Andrews, 1742 el hermano de Pamela, se esfuerza en proteger su virtud de las insinuaciones de Lady Booby.
En el caso de Katrina, ¿qué recompensa recibe la protagonista después de una vida tan virtuosa?
Katrina se publicó por primera vez en 1936, en Estados unidos, un país construido con el sacrificio de los pioneros europeos que derramaron su sangre, según queda reflejado en la literatura norteamericana. Un ejemplo: Pioneers, 1823 de James Fenimore Cooper.
El concepto de frontera, como avance en la conquista que el mundo civilizado hace del salvaje oeste, es un símbolo del sacrificio y de la virtud, del heroísmo y casi del martirio. La recompensa es esa: ser considerado un padre de la patria, haber vertido sangre, sudor y lágrimas por la nueva nación que durante los siglos XVIII y XIX se estaba formado. Los primeros pilgrims alcanzaron las costas de Massachusetts en 1620; la conquista del oeste termina en 1848, cuando México se vio obligado a entregar California a los EEUU.
Se trata de un conflicto entre naturaleza y civilización. Dominar la naturaleza que es exactamente lo que Katrina hace durante toda la novela. Consigue un jardín sobre el roquedal donde está su cabaña a fuerza de transportar tierra, la tierra que el terrateniente desprecia en los lindes de sus fincas, y planta allí manzanos. Consigue comprar una vaca con el fruto de su trabajo en el campo, y sustituir la vaca que la naturaleza le había escamoteado. Consigue sobreponerse a la fuerza del mar y sobrevivir a una tormenta en una barquichuela, al deshielo tras un accidente en el que pudo haber muerto congelada… Consigue dominar la depresión de su marido y las rebeldías de sus hijos… Consigue una nueva familia tras ver partir a sus hijos como marinos, cuando acoge a una joven fea, repulsiva y de pocas luces a quien uno de sus hijos había dejado embarazada y quien le dará una nieta hermosa.
Su recompensa es la estima de todos los vecinos y su reconocimiento público. Y aunque para ella no hay ascenso social, el premio lo recibe la familia de su hijo mayor que alcanza el título de capitán de navío y casa con una joven hermosa y rica, viuda de otro capitán.