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Beatriz

CampoGrande "club de lectura"

Agua de Noria, de José Jiménez Lozano

Agua de noria

José Jiménez Lozano

RBA, Barcelona, 2008

252 págs., 18€

 

La posibilidad de enfrentarme a una novela policíaca, con todas las características de tal género, despertó mi curiosidad y se me presentó como un desafío en la obra de José Jiménez Lozano. ¿Sería el comisario Desi un policía tan astuto como Jessica Fletcher, Hércules Poirot, Sherlock Holmes, y un largo etcétera? ¿Uno más entre esos seres especiales capaces de descifrar sutiles jeroglíficos de pruebas invisibles y de llegar a identificar, sin la menor duda, al culpable acreedor del peso de la justicia?

¿Qué tienen en común –si es que tienen algo- Sherlock Holmes, Hércule Poirot, el inspector Maigret de Simenon, Philip Marlowe de Raymond Chandler, Sam Spade de Hammett, el Father Brown de Chesterton, Jessica Fletcher de  Angela Lansbury, Philo Vance de S.S. Van Dine y el comisario Desi de José Jiménez Lozano? Precisamente eso, su infatigable empeño por encontrar al culpable para que pague su crimen.

Otros autores, creadores de enigmas policíacos, se han decantado por soluciones sofisticadas en las que manifiestan su preferencia por encumbrar la sagacidad del investigador en detrimento u olvido de las víctimas. En ese grupo cabría mencionar a los investigadores de John Dickson Car: Gideon Fell y Sir Henry Merrivale (bajo el seudónimo Carter Dickson). Ambos cultos, brillantes, gordos, algo sudorosos, lentos al caminar y decididamente sedentarios. Las novelas de Dickson Carr son las del “cuarto cerrado”. Es el maestro de esta modalidad que heredó del Gaston Leroux de El misterio del cuarto amarillo (con su personaje Rouletabille, un joven periodista convertido en detective aficionado). Sin embargo para Dickson Carr, lo importante no es agarrar al asesino y condenarlo por el asesinato que cometió. Dickson Carr ama más la lógica que la vida. Un muerto, para él, es un enigma con mayor o menor importancia. Lo que importa en grado sumo es el enigma. En suma, un ejemplo de escritor cuyos investigadores han perdido el norte, el concepto claro de a quién sirven con su trabajo, deshumanizados.

Y es ahí, en las antípodas de estos investigadores sofisticados y deshumanizados, dónde encontramos al comisario Desi. Puede que no destaque por su sagacidad. Tal vez su trabajo se asemeje más al trabajo constante del borrico que llena de agua los cangilones de la noria y hace brotar con su esfuerzo el orden y la vida del huerto. Un hombre con una infancia feliz en la que se sintió querido. Un hombre con raíces que podía distinguir la autenticidad de los sentimientos porque los había experimentado previamente. Y por lo tanto un hombre que había aprendido a mirar a otro hombre, fuera quien fuese, como un ser igual a él, a quien serviría con su trabajo de policía si hubiera menester.

En esta novela, José Jiménez Lozano, enfrenta al comisario Desi, no a un crimen cualquiera, sino al mismo concepto de crimen y de culpabilidad. Lo que está en juego es el concepto de libertad, de justicia, de independencia del ser humano frente al poder –político o científico-.

En el trasfondo, la lenta marcha de la sociedad democrática, a la que se puede manejar con el cuarto poder: la prensa. Y el triunfo -la impunidad- de los poderosos sobre los débiles.

Una novela inquietante y sumamente peligrosa para aquellos que pretenden imponer sus intereses a la mayoría mediante el control de la opinión. Una novela que alcanza la cima de la expresión de la lengua castellana capaz de naturalizar los decires cervantinos. Una novela filosófica. Una novela profundamente humana.


diciembre 2009
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