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La lección de Avelino Hernández

Aún tengo el corazón encogido –o ensanchado, no sé; quizá las dos cosas al mismo tiempo– tras la lectura del epistolario de Avelino Hernandez que acaba de publicar La Tertulia de los Martes. La casualidad –o lo que sea– ha querido que la última carta que aparece en el libro sea la que me escribió dos meses antes de morir. Cuando Teresa, su mujer, me pidió permiso para publicarla le dije que sí sin recordar siquiera su contenido, sin buscarlo. Así que la he leído en el libro como si me llegara en ese momento. A la mitad de esa carta, en negrita, hay una frase: «Por aquí iba, cuando has llamado. Sigo». Entonces recordé que le había llamado por teléfono justo en el momento en que me estaba escribiendo. Tampoco recuerdo muy claramente lo que hablamos. Pero sí que su voz, algo tocada por la enfermedad, sonaba alegre, confiada. Fue la última vez. Y ahora, al darme cuenta leyendo el libro, me ha vuelto a entrar ese vértigo que se siente cuando nos enfrentamos al vacío. Ya sé que es un tópico decir que vivimos como si la vida aquí fuera eterna. Creo haberme preguntado alguna vez en la columna de los jueves a dónde van los besos que no damos, las veces que no decimos “te quiero”, las oportunidades que perdemos de ver a quienes de verdad nos importan. En definitiva, de disfrutar de la vida. Para los que conocimos a Avelino y le tratamos aunque fuera fugazmente el libro está lleno de sugerencias. Pero el rastro de sus cartas, que es el rastro de una parte de su vida, es recomendable también para quienes sea un total desconocido. Porque es un libro lleno de lecciones. De lecciones no dichas con superioridad, ni asomo de prepotencia. Son lecciones que acarician, que dejan un regusto agridulce y que impulsan a seguir su ejemplo. Porque la conclusión es que Avelino Hernandez vivió intensamente el tiempo que le fue asignado en esta tierra. Y en ese tiempo amó mucho. Y éste y no otro tiene que ser el único sentido de todo esto.

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Sobre el autor

Más que un oficio, el periodismo cultural es una forma de vida. La llevo ejerciendo desde que terminé la carrera. Hace de eso algún tiempo. Me recuerdo leyendo y escribiendo desde que tengo uso de razón. La lectura es mi vocación; la escritura, una necesidad. La Cultura, una forma de estar en el mundo. Dejo poemas a medio escribir en el bolso y en todos los armarios.


marzo 2007
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