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Liturgia y compromiso

Publicado en El Norte de Castilla el 12 de abril del 2007
Porque tuve hambre y me diste de comer. Tuve sed y me diste de beber…» Me acordé de estas palabras de Jesús en el Evangelio cuando escuché a una feligresa de la parroquia de San Carlos Borromeo (Madrid, barrio de Entrevías) explicar cuál era para ella y para tantos necesitados el sentido de la liturgia que se practicaba (así, en pasado, si nada lo remedia) en esa comunidad gracias a tres curas comprometidos. Actitud que increíblemente les ha valido la orden del cierre de la parroquia.
Puede que las misas que se celebran en ese lugar del extrarradio madrileño no se ajustaran con exactitud a la liturgia, pero eso ha ocurrido desde hace mucho en otras parroquias de Madrid (y en zonas nada desfavorecidas) sin que mediara otra cosa que alguna advertencia o amonestación. Como fui testigo de algunas, puedo decir que, detalles de pureza litúrgica aparte, aquellas misas se celebraban con tal intensidad que las que podíamos llamar ‘normales’ parecían a su lado meros trámites carentes de sentido, como ritos descafeinados a los que realmente costaba trabajo asistir.
Pero lo que parece estar detrás de la drástica decisión del Obispado de Madrid es un asunto de más calado y que tiene que ver con el horror que la jerarquía católica ha tenido desde siempre a cualquier atisbo de disidencia con la línea oficial o intento de debate. Eso es lo que se cercena aunque de paso haya que cargarse un proyecto que parece ajustarse con exactitud –esta vez sí– al espíritu cristiano. Si no recuerdo mal de las enseñanzas religiosas que recibí en su día, Jesucristo, cuya pasión y muerte se ha conmemorado estos días con gran solemnidad por lo menos en cuanto a los ritos, vino al mundo a ponerse del lado de los pobres, de los perseguidos, de los excluidos. Exactamente lo que se practicaba en esta parroquia más allá de las bienintencionadas obras de caridad de calado menos comprometido.
Allí el extranjero, el ‘otro’, el ex preso, el marginado encontraban un techo, comida y, en definitiva, esperanza. Que yo recuerde eso es lo que vino a hacer Jesucristo en la tierra y para eso soportó el calvario de ser un personaje políticamente incorrecto para la época y el lugar. ¿O también a mí me contaron una película equivocada?
Nunca he entendido ese furor de la jerarquía católica contra todo lo que suena a poner en práctica el espíritu cristiano, llámase Teología de la Liberación o Parroquia de San Carlos Borromeo. Mientras tanto los vientos que soplan desde Roma no parecen favorables a un cambio de actitud en este sentido. Más bien al contrario. El Concilio Vaticano II que, no lo olvidemos se clausuró en 1965, se aleja, se olvida su espíritu, al tiempo que se acercan las misas en latín y se mantiene el celibato anacrónico y la marginación de la mujer en una institución que no encuentra el camino para abrirse a los tiempos y a los que más lo necesitan. A mí los curas de Entrevías me parecen héroes.

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Sobre el autor

Más que un oficio, el periodismo cultural es una forma de vida. La llevo ejerciendo desde que terminé la carrera. Hace de eso algún tiempo. Me recuerdo leyendo y escribiendo desde que tengo uso de razón. La lectura es mi vocación; la escritura, una necesidad. La Cultura, una forma de estar en el mundo. Dejo poemas a medio escribir en el bolso y en todos los armarios.


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