Jorge Praga es un columnista cuidadoso, que construye con esmero esa pequeña –solo en tamaño– ventana semanal desde la que nos invita a mirar con sus ojos lo que él ve alrededor, o un poco más allá. Praga es un fino espectador de cine, un estupendo lector de poesía y gracias a todo eso un estupendo conversador. Cada dos años recoge en un libro sus aportaciones a este diario para que el color amarillo que deteriora el papel impreso no las vuelva ilegibles. Es un libro que no aspira a ser ‘best seller’, porque ni siquiera se vende. Él mismo lo distribuye entre los amigos de los que solo espera a cambio, como dice en el prologo del último, una sonrisa obligada por la amistad.
‘Otros dos años más’ ya está en mis manos. Lo abro al azar y no puedo evitar una sonrisa. Por la casualidad. Empiezo a leer por un artículo de julio del 2006 en el que habla de Kapuscisnki a propósito de su libro ‘Viajes con Heródoto’. Del sentido de la vida como cruce de fronteras. Al fin también la escritura –como la lectura– es un viaje.
Recientemente la Fundación Santiago Montes dedicó una sesión al Jorge Praga columnista y me invitó a paticipar en el acto. También hablé de Kapuscinski sin recordar esta columna suya que aún no había recalado en libro alguno. En esos días estaba reciente la muerte del reportero polaco y yo tenía reciente la lectura de un libro suyo menos conocido pero muy recomendable, sobre todo para los que ejercemos en los periódicos. Se titula ‘Los cínicos no sirven para este oficio’. Y ponía como ejemplo las columnas de Jorge que, desde una postura completamente opuesta al cinismo, ofrece cada jueves una posibilidad de respirar en un ambiente –el del periodismo– que a menudo es irrespirable. Así que si tienen una sonrisa de sobra procuren cambiarla por el libro que comento.