Hay iniciativas del Hay Festival que merecerían quedarse en la ciudad instaladas para siempre. ¿Imaginan poderse tomar un respiro en medio de la vorágine diaria con unos minutos de relajante poesía? Como acudir al masajista sin necesidad de pedir hora. Es lo que ocurre estos días en la plaza Mayor de Segovia donde el templete de la música ha sido tomado literalmente por los poetas. El templete, normalmente abierto y, salvo contadas ocasiones en los que su uso coincide con su tradicional función, utilizado por los niños para sus juegos y por los novios para sus fotografías, está cerrado a la vista de los curiosos. Dentro, unos cómodos divanes invitan a la contemplación. En las paredes, las palabras de los poetas y en los altavoces, sus poemas recitados. Antonio Gamoneda, Juan Gelman, Piedad Bonnet, Wole Soyinka… y otros muchos autores están presentes en esta iniciativa que introduce la poesía en la vida diaria de la ciudad. Una pena que los poemas no sean leídos por sus propios autores, pero nada es perfecto. Entrar, sentarse y cerrar los ojos es olvidar por un momento este mundo en llamas del que hablaba Bertolt Brecht.
Claro que el Festival también tiene efectos colaterales, extraliterarios, no tan brillantes. A la organización, en ocasiones, le fallan las formas. Son esas cuestiones de estilo que tanto dicen del fondo. Este año las entradas de los actos se vendían en la Oficina de Turismo que el Ayuntamiento tiene instalada en la plaza del Acueducto. Pues bien, aunque el festival es bilingüe en todos sus actos oficiales, en este espacio que no deja de ser la recepción del Festival sólo se habla inglés. Vale que hoy en día hayamos aceptado que es el idioma en el que te puedes manejar por el mundo. Pero no se trata de eso. ¿Por qué alguien, pongamos una persona mayor, interesada en comprar una entrada tienen que hacer el esfuerzo de hacerse entender por gestos o buscar un improvisado intérprete? ¿Por qué alguien, aunque domine perfectamente el inglés que esa no es la cuestión, tiene que hacer uso obligado de este idioma en su propio país? El Festival y el Ayuntamiento como patrocinador deberían tener en cuenta estas cuestiones. La estética, tan cerca siempre de la ética…