Hablaba, un par de comentarios más abajo, de la emoción que me produjo hace unos días la exposición ‘Aún aprendo’, en el Museo Esteban Vicente de Segovia, dedicada a las obras que grandes artistas de todos los tiempos habían hecho al final de la vida y decía que los vivos eran excepción en la muestra. Uno de ellos, Pablo Palazuelo, acaba de cruzar la frontera y estáya en el universo de los grandes junto a los grandes que le acompañan en la sala donde se muestran sus dibujos. No recuerdo exactamente su ubicación pero creo que estaba al lado de Chillida, un gran amigo suyo, y de Oteiza. Y si mi memoria no me falla del todo, que puede que sí, estaba en la sala donde se exponen los grabados de Goya, Tiziano, Rembrandt etc.
Me ocurre con algunos artistas que quizá no me conmueva su pintura pero sí sus dibujos. Este era, es, el caso de Palazuelo. A quien considero un artista indiscutible, con una obra en la que aprecio sus valores pero miro con una cierta distancia. Sin embargo sus dibujos sí tienen esa capacidad de conmoverme. Es el sencillo trazo vibrante de alguien a quien se puede considerar un intelectual del arte. Quizá por esa condición, supo mantenerse al margen. De modas y de cenáculos. Ayer rastrábamos en los archivos en busca de buenas fotos suyas y no había tantas. Me molestan los tópicos pero en este caso qué verdad es que la obra de alguien que ha trabajado con rigor y con pasión habla por sí sola.
Otro motivo para la visita al Esteban Vicente. Y otro motivo para recuperar las obras que el Herreriano tiene custodiadas para sacarlas en la muestra de la colección permanente.