Escrituras en proceso, inacabadas, dubitativas, apasionadas, distanciadas, insólitas, inéditas, fragmentadas, alusivas, lúcidas, translúcidas, taducidas, experimentadas, abducidas, acogedoras, extrañadas, desnudas, imprecisas, alucinadas, conmovedoras, libres…
Han pasado ya unos días –hoy hace una semana– desde la reunión de poetas en la Fundación Santiago Montes y aún me dura –y me consta que no solo a mí– la buena sensación de una experiencia que ojalá tenga continuidad. Mostrar el taller, la cocina, dejar entrar al otro en el momento en que la escritura propia aún tiene ese carácter de boceto, de dibujo sin rematar resultó una experiencia tan interesante o más que asistir a un pequeño maratón de poesía, en el que voces distintas y distantes en la forma y en el origen, comparten foro.
La generosidad de Miguel Casado, Víctor M. Díez, Ildefonso Rodríguez y Luis Marigómez que inventaron el artefacto y renunciaron a mostrar lo suyo para que cupieran más voces es de agradecer por lo insólito. Y la hospitaliidad y la presencia de Katy Montes es simplemente un privilegio.
Día y medio de inmersión poética que tuvo algo de terapéutico. Ese mirar hacia dentro –mirando los adentros de los otros– que permitía olvidar lo de fuera. Una isla de palabras.Y hubo muchas. Encuentros, reencuentros. Descubrimientos y redescubrimientos. Estas cosas tienen como los cometas un rastro. Los libros o bocetos que se comparten y que acaban en la mochila Los poemas que de repente o como resultado de una petición acaban en el correo. Como los de Antonio Méndez Rubio. De los que aquí no me resisto a dejar un pequeño ejemplo. Es una ‘balada del rigor’ de su libro inédito ‘Siempre y cuando’, del que nos ofreció un anticipo en el encuentro
“Y todo
es gracias a tu caída,
sin que nadie haya tenido que hacer nada,
en un umbral de verdad, por
debajo de un musgo que se aparta
aún. Se ve el ir
de las nubes. Me
cambia la voz
solamente de ver un árbol.
Te puedo dar mi palabra”.
Y ahora cumplo la promesa que le hice a María Antonia Salvador y ‘cuelgo’ este poema que leí y que ella quería “escuchar” otra vez.
“LA CASA PORTÁTIL
Vivo de pie sobre tu sonrisa.
El tiempo nos hizo la casa alrededor
sin darnos cuenta. Paredes
contra el viento, alicatado
de palabras, desván de la memoria.
Sólo la naturaleza que imita al arte da un respiro,
decías, esa fue la razón
de nuestra habitación con vistas.
Regreso cada vez a la casa portátil
donde el lastre olvida su razón de ser.
Me acuesto cada noche sobre tus cimientos”.
Como el rastro del cometa es largo y luminoso, las escrituras tendrán más capítulos. Espero cumplir.