(Publicado en la edición impresa de EL NORTE DE CASTILLA el 12 de marzo del 2008)
Los académicos están preocupados. Han echado un vistazo a sus estadísticas y no les salen las cuotas. Ellos quieren, lo intentan, pero no pueden. No quieren parecer anticuados y mucho menos misóginos. ¡Qué más quisieran ellos que tener a más mujeres en nómina! Pero… ¡ay! tropiezan con los méritos. Es que no encuentran mujeres con un perfil tan elevado como el suyo. Tienen tres y ellos son 40. Me refiero a los académicos de número. Me refiero a la Real Academia Española. Me refiero a la ‘soledad de género’ de Ana María Matute, a Carmen Iglesias, y a Margarita Salas, las tres únicas mujeres que ostentan el honor de sentarse en un sillón con letra. Me refiero a la misma institución a la que se le pasó acoger a Rosa Chacel o a María Zambrano o a Carmen Martín Gaite. A esta institución me refiero. La cosa saltó hace unos días cuando se hablaba de las vacantes y de los candidatos. Ninguna mujer entre éstos. Pero claro, esto no es noticia. El cronista decía que en los pasillos el tema se comentaba, pero ¡ah! los méritos… Y no entiendo yo -y a mí no me gusta señalar- cómo con algunas incorporaciones relativamente recientes -en una institución tan provecta todo es relativo- se andan ahora con tanto escrúpulo. Me refiero a eso, a lo de los méritos. No sé cómo se nos pudo pasar el tema el otro día a las cuatro mujeres que fuimos convocadas por la Fundación Jiménez Arellano para debatir sobre la situación de la mujer en el arte -qué sesión más agradable, por cierto-. Quizá porque, como dijo la galerista Magda Belloti -con esa fina y maravillosa ironía andaluza que se debería impartir en clases particulares- tendemos a pensar que en el mundo culto e intelectual del arte y la literatura todo está hecho. ¡Ah!… Las suposiciones… Esta vida de locos es buena para curar algunos enfados repentinos, como el que tuve leyendo la noticia de la RAE y sus dificultades para encontrar mujeres adecuadas a sus ilustres asientos. Pero, cotilleando el blog del crítico Fernando Valls, me volví a encontrar con el tema. Mostraba la misma perplejidad, pero a mí me sigue consolando que esa perplejidad o sensibilidad la muestre un hombre -sé porqué lo digo: entre el público de la mesa redonda a la que me he referido sólo había dos representantes de su sexo-. Y él les da el trabajo hecho proponiendo algunas mujeres, así como a bote pronto. Como una es amiga mía, señalo sólo su propuesta para que no parezca que me ciegan pasiones. En el apartado de la poesía se acordaba de Julia Uceda, de María Victoria Atencia y de Olvido García Valdés. En el de la novela, de Came Riera, de Cristina Fernández Cubas y de Esther Tusquets. En el de la filología de Aurora Egido y en el de la Filosofía de Adela Cortina y yo aquí añadiría a Amelia Valcárcel. La lista admite incorporaciones. ¿No será que andan sus ilustrísimas algo… perezosas?