De regreso del Hay Festival de Segovia leo y oigo algunas cifras de asistencia que varían, según los medios, en miles de personas. Y me parece tan inútil, desde el punto de vista informativo, como las cifras que damos los medios de comunicación al día siguiente de una manifestación. “Según los organizadores, 500.000. Segùn la policía,
Sí, el Festival ha tenido mucha gente. Frase realmente imprecisa. Si tenemos en cuenta que las entradas costaban siete euros, creo que se podría cambiar por “El Festival ha tenido mucha, mucha gente”. La organización destacaba los 600 que han venido desde el Reino Unido. No sé si tantos, pero sí se ha notado su presencia. Como también daba gusto oír los distintos acentos latinoamericanos.
Juan Goytisolo y, sobre todo Vargas Llosa, arrasaron. Pero como ya escribí en el balance final que hice para la edición impresa de este diario, faltó esa figura que además de destacar por el interés de su obra, por su tirón mediático tenga el atractivo de la inaccesibilidad. Así ocurrió con Doris Lessing (a quien el Hay le dio buena suerte pues un año después recibía el Nobel) o Wole Soyinzka (que lo tenía desde hacía tiempo) en la ediciones anteriores. Pero también con Ian McEwan o Martin Amis a quines no es fácil ver por esos pagos. Pasará tiempo antes de que se nos olvide el coloquio con la autores de ‘El cuaderno dorado’. El ferver que desprendían los prólogos a cada una de las preguntas que se le hicieron desde el público.
Este año ha habido menos pasión, pero los ‘fieles’ se han repartido por los espacios. Daniel Pennac y Paul Preston también llenaron. Y escritores como Martín Garzo, Juan Manuel de Prada, Espido Freire o Jesús Ferrero siempre tienen incondicionales, aunque aquí la competencia sea muy dura. Y es que, hasta en los actos menos nutridos, hay más espectadores que en una charla literaria al uso, de las de entrada gratuita. Porque quizá el titular auténtico de este acontecimiento sea este. El Hay Festival demuestra que todavía hay gente que paga por escuchar a gene que no suele salir en la tele, que jamás pisa un programa de esos de grandes audiencias y que ni siquiera está en la lista de best sellers pseudoliterarios.
Tiene algo este Festival -en el que explotan conferencias, lecturas y debates simultáneos-que invita a participar en una sesiones en las que a mqenudo se hablan varios idiomas. Y hasta el acto de la firma de libros, en las casetas habilitadas al efecto, parecen menos rutinaris y más simpáticas que en una feria.
Los libreros segovinos se han movido (deberían aprender por estas latitudes castellano leonesas en actividades semejanes)y las obras de los autores presentes estaban a mano. Las ventas les han dejado contentos (¿Y conocen a algún librero que reconozca alguna vez que le han ido bien las ventas?).
Dejando a un lado aspectos numéricos y estadísticos, los objetivos culturales se cumplen. Vayan a cualquiera de las charlas, imaginen el compromiso editorial u organizativo que ha diseñado el programa y déjenlo a un lado. Siempre hay una oportundiad para un pensamiento, una duda, una discrepancia enriquecedora. Se habla de la experiencia de la escitura que es parte de la experiencia compartida de preguntarnos por el sentido de las cosas. Por nuestro sentido.
Misión cumplida. Las instituciones deberían seguir con su apoyo. En Granada, donde se ha celebrado una primera edición, así lo han visto. Segovia lo ha tenido antes. Y se podría decir que es una cita consolidada.
(La foto de Vargas Llosa momentos antes de intervenir en el Hay Festival de Segovia es de Antonio Tanarro)