AUNQUE los jurados son siempre, además de soberanos, sorprendentes y, es aventurado hacer pronósticos y quinielas sobre los lugares del palmarés, se podría adelantar que ‘Adoration’, el último filme de Atom Egoyan que ayer cerró la Sección Oficial a concurso del Festival, no va a repetir los éxitos que este cineasta ha cosechado en Valladolid con filmes como ‘El liquidador’, ‘Exótica’ o ‘Dulce porvenir’. ‘Adoration’ consiguió dividir al público presente en el patio de butacas del Calderón durante el pase de prensa. Aplausos y pateos para un cineasta del que quizá, tras el bagaje que acumula en un festival que le adora, se espera mucho.
La película no está al nivel de las anteriores pero tiene el atractivo de un contador de historias cinematográficas atractivas y de un director que no evita riesgos.
Egoyam reflexiona acerca de un tema tan actual como el terrorismo y el miedo al otro, el diferente. Y lo hace a través de las miradas a su pasado que hace el joven protagonista de la historia. En un instituto de una ciudad canadiense, la profesora de francés plantea un ejercicio de traducción sobre una noticia en la que un terrorista pone una bomba en el equipaje de su novia embarazada que va a volar hacia Israel. Uno de los alumnos, Simon, adolescente que perdió a sus padres en un accidente de coche va más allá de ese ejercicio y escribe un monólogo para leer en clase en el que imagina que es su padre el terrorista, se construye una historia familiar y trata de entender las razones de alguien capaz de sacrificar a su familia y a todos los pasajeros del avión. Para que el ejercicio surta efecto hace creer a sus compañeros que lo que cuenta es verdad y eso provoca un chat en internet en el que los jóvenes expresan sus posiciones en torno al fanatismo, los asesinatos y la visión social del fenómeno. Internet hace crecer las consecuencias de tan arriesgado trabajo.
Esta es una parte importante del argumento de ‘Adoration’. La otra indaga en las verdaderas relaciones familiares de Simon que tiene muchas incógnitas en torno a la muerte de sus padres, ya que tanto su abuelo como el tío que lo ha criado le han mantenido al margen del suceso.
Dos películas
Y aquí está lo que no funciona en el guión de ‘Adoration’ que por cierto ganó el premio del jurado ecuménico de Cannes: las dos partes del filme están divididas como si fueran dos películas. De hecho, la primera se abandona hacia la mitad del metraje, para centrarse en la intimidad de los personajes. Con todo, estamos hablando de Egoyan, uno de los cineastas que más han seducido a un público inquieto en los últimos años. Y esa capacidad de seducción no está agotada. Su cine sigue invitando a dejarse llevar por un camino que, aunque resulte conocido, apetece seguirlo, aunque sólo sea por ver el buen trabajo actoral y en particular el de Devon Bostick.
Y llegó la última película española a concurso en la Seminci, ‘La buena nueva’, de Helena Taberna. Una de esas películas que tienen de entrada la oportunidad del momento. La Ley de la Memoria Histórica está contribuyendo a abrir las fosas comunes de los muertos olvidados de la Guerra Civil y a dar un entierro digno a tantas víctimas que quedaron silenciadas. Taberna lleva su historia al comienzo de la contienda, al momento mismo en que esos muertos se quedaron –parecía que para siempre– sólo en la memoria de sus allegados.
La sorpresa agradable del filme es su protagonista, Unax Ugalde, del que vimos sus titubeantes comienzos en este certamen, al que vuelve convertido en un actor bastante cuajado. Taberna, una directora que ha firmado interesantes trabajos como ‘Yoyes’ o ‘Extranjeras’ cuenta la historia con ritmo, salvando los obstáculos de un guión no muy ambicioso, ante el que acaba sucumbiendo. El peligro de esta historia era caer en el maniqueísmo, en el dibujo plano de unos personajes divididos en los buenos (muy buenos) y los malos (muy malos), sin matices. Una lástima porque el filme no tiene mala factura y los actores en general están correctos. Esta falta de tonalidades y el hecho de que la penúltima escena, la de la procesión y responso ante la fosa común, resulte excesiva y artificial, estropean un filme que estaba llamado a mejores resultados.
Terminaron las películas a concurso confirmando una sensación de ese certamen: la aguja no ha señalado grandes picos. Pero se han visto películas interesantes que han de ser el pie para reflotar
el Festival.