(Publicado en la edición impresa de El Norte de Castilla el 11 de diciembre del 2008)
Un ejercicio periodístico interesante era buscar el martes por la tarde en los archivos de los medios –así, dicho en plural– fotos de los agraciados con los premios nacionales de música y danza. Interesante pero ciertamente desolador por la escasez de resultados, la antigüedad de los mismos o su mala calidad. (Hasta las agencias se vieron en apuros). Y eso que cualquiera de ellos (Juan Carlos Santamaría y Javier Barón, en danza, y José Luis Temes y Carles Santos en música) acreditan méritos suficientes en sus respectivos campos. Para más ‘inri’ el hecho de que Santamaría sea el director de la Escuela Profesional de Burgos ha tenido un eco realmente discreto –por poner un calificativo suave– en el nivel regional. Vamos que ha pasado suficientemente desapercibido, lo que dice mucho sobre la vertebración regional (también) en materia de cultura. Me molesto en hacer un pequeño repaso en la prensa nacional y observo que en algunos medios la noticia de los cuatro premiados –contemplada en bloque– compite por espacio –y pierde estrepitosamente, también en posición– con la impresionante noticia de que Paris Hilton visita nuestro país, con no se qué publicitario motivo. El día –pasado mañana, seguramente– que haya que buscar en los archivos alguna noticia de la rica heredera (perdón, por el tópico pero es que desconozco su profesión) seguro que el único problema será elegir entre los cientos y cientos de imágenes que habrá disponibles para ilustrar el ‘acontecimiento’, digo la última ocurrencia de la susodicha. Pero tampoco hay que ponerse intensos. ¿Se imaginan de aquí al mes de julio las veces que hablaremos los medios de Depeche Mode, aunque no haya excesivas cosas nuevas que decir? No hagan apuestas. Entre el hartazgo generalizado (¿se acuerdan de los Rolling?) y el silencio administrativo hay un amplio margen que deja fuera aquellas manifestaciones culturales que casualmente elevarían el nivel intelectual de la ciudadanía, además de ser una fuente de disfrute si tuvieran la más mínima posibilidad de llegar a eso tan raro hoy en día que es el ‘gran público’ y si éste dispusiera de los recursos necesarios para apreciarlos. No voy a negar ni a discutir a Depeche Mode su bien ganado puesto entre los fenómenos de masas (ahí están esas 5.000 entradas vendidas el primer día, único argumento hoy ‘esgrimible’ y atendible en este asunto) simplemente me paro a reflexionar, una vez más, sobre un fenómeno a todas luces preocupante. En ese injusto limbo de los acontecimientos que esperan ocupar algún día un breve en letra impresa hay un magma cada vez más grande donde conviven a disgusto y con resignación lo valioso, lo meritorio, incluso lo elevado y sublime con lo que no es más que bien intencionada afición. Y el criterio para distinguirlos es un músculo cada vez menos ejercitado por innecesario, ya que al parecer no se demanda en ninguna taquilla. Pues vale, que ¡enhorabuena a los premiados!