Tengo debilidad por el trabajo fotográfico de Inge Morath y , sólo por lo que se refiere a Valladolid, las exposiciones de San Benito me han dado la oportunidad de seguirlo. Morath participó en la primera exposición colectiva de la Agencia Magnum que ahora está en dicha sala, y de la que escribo un reportaje en las páginas de Cultura. No voy a repetirme aquí, podéis ‘pinchar’ en la sección correspondiente. Sólo quiero en este rincón más personal hablar de una foto ante la que me quedé enganchada. La serie seleccionada para esa exposición –que se celebró sólo dos años después de que Inge entrara en la agencia de la mano de su amigo Ernst Haas, también presente en la muestra– tenía como hilo conductor el retrato del Londres más rico y sus privilegiados habitantes. La City en su esplendor. Llamo la atención de quienes podáis acercaros a la exposición (merece la pena por todas y cada una de las fotografías de ocho mitos de la agencia) para que os detengáis en la imagen titulada ‘Lloyds’ Bank’. Ante la fachada del banco, uno de los símbolos del poder del dinero, pasa una mujer que bien podría salir de sus oficinas. Va elegantemente vestida. Un cuello de piel (¿de zorro?) remata su traje de chaqueta y sujeta en sus brazos uno de esos perros que parecen criados para aparentar. Lo impactante de esa mujer es su gesto. Lleva un cigarro medio caído entre los labios y a pesar de su aparentemente privilegiada posición parece la mujer más desgraciada del mundo. Pero su expresión no es de lástima o melancolía, es de dureza extrema. Una mezcla de decepción, amargura e ira. La foto, como el resto de la serie, es la pura sobriedad. Pero es la sobriedad de alguien con un ojo privilegiado y un disparo certero. Un momento de tiempo capaz de disparar (valga de nuevo el verbo) en mi cabeza miles de historias. Inge Morath, qué grande.