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Hay Festival (segunda toma)

El tiempo se sigue portando de maravilla y la ciudad sigue apareciendo hermosa bajo la luz dorada del otoño. Lo veo y lo siento de pasada, entre acto y acto del Hay Festival. Desde luego tiene más mérito que la gente respalde con su presencia los encuentros literarios dejando a un lado el disfrute de estos días de temperatura ideal..
Los últimos actos a los que he acudido me han reconciliado algo con la marcha del Festival. Y por razones distintas. En el de Luis Goytisolo ocurrió algo que no debería ser una excepción: ¡¡¡se leyeron fragmentos de su obra!!!. El autor y el conductor del acto, Ignacio Echevarría, se lo habían preparado bien, cosa que se agradece porque, como dijo después Isabel Coixet, si la gente ha pagado cinco euros por entrar lo menos que podemos hacer es cantar. Ella lo hizo. (Y no mal, por cierto). Pero a lo que iba. En el acto de Goytisolo no sólo se analizaron las claves de su obra sino que las palabras del escritor sonaron en la sala. ¿Se tomará nota?
En el de Ana María Matute me gustó tanto la parte del público como la del escenario. Ella estuvo contundente, con esa frescura que les sale a la gente de cierta edad, cuando deciden bajar la barrera y darse el lujo de decir lo que piensan. Fue uno de esos actos en los que la gente buscaba acomodo en la sala llena, y que me recordaban a la insuperada y quizá insuperable primera edición del Hay en Segovia. La Matute se puso el pasado por montera y decidió llamar a las cosas por su nombre ya fueran decepción, alegría o injusticia. Ángeles Caso se sumó a las voces que estos días reclaman el Cervantes para la escritora. Había calor en la sala y buen humor y esto ya lo estaba echando de menos,como ella echa de menos el futuro. ¡Qué pena no poder reproducir el modo en que lo dijo!
Y por último la charla entre Isabel Coixet y David Trueba. En estas lides la complicidad entre entrevistardor y entrevistado puede jugar a favor o en contra. En el caso de Juan Cruz y Álvaro Pombo jugó en contra. Esta vez salió bien. Trueba consiguió que, en un tono distendido, con mucha broma de por medio, con chistes incluso, Coixet –poco dada a hacerlo– hablara de sí misma, de su familia y sobre todo de su cine. Con anécdotas geniales como las conversaciones que mantuvo con Philip Roth en los previos de la adaptación al cine de su novela ‘Animal herido’ (Elegy). El retrato que la Coixet hace del autor americano no es precisamente amable. “Conseguimos que Penélope notuviera que saludarle porque habría corrido peligro”, dijo medio en broma medio ens erio en referencia a la fama de mujeriego del escritor. Pero sobre todo se refirió a la poca gracia que le hacían los planes de la directora. “Yo soy muy mercenaria y si tengo que humillarme y ponerme de alfombra para que las cosas se hagan como yo quiero, pues lo hago. Con Roth me puse de alfombra tres días en sesiones de tres horas en las que lo único que él hacía era leerme su novela y protestar por lo que yo quería hacer. Así que al final le mentí y dije que sí a todo. Nunca le di el guió a leer”
Pues eso, que se habló de cine, que se hizo con sentido pero también con gracia, y que como todo en este festival se quedó corto. Porque el público suele hacer preguntas muy pertinentes. Por cierto, Coixet afirma que peleó por la versión original de su filme antes de que se perpetrara el doblaje, pero sin éxito.
El viernes por la noche fue de Philip Glass. El teatro Juan Bravo lleno. El músico, él solo, llenó con su música minimalista un recinto en el que se presentaba en solitario. Vestido de gris y negro y tímido hasta la saciedad en las presentaciones de las piezas, toda la atención era para su teclado. Para el esfuerzo de una música difícil de interpretar (Él ha dicho alguna vez que no es el mejor intérprete de sus obras). Decía por la tarde Yasmina Khadra que él es el resultado de todos los escritores que había leído. Me preguntaba en el concierto qué tendría Glass de los intérpretes y autores que haya admirado. Y me contestaba que hay algo romántico en su forma de estar ante el piano. El concierto mereció la pena.

Sobre el autor

Más que un oficio, el periodismo cultural es una forma de vida. La llevo ejerciendo desde que terminé la carrera. Hace de eso algún tiempo. Me recuerdo leyendo y escribiendo desde que tengo uso de razón. La lectura es mi vocación; la escritura, una necesidad. La Cultura, una forma de estar en el mundo. Dejo poemas a medio escribir en el bolso y en todos los armarios.


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