ARRASADOS POR LA HISTORIA
La primera película a concurso en la Sección Oficial trajo a la Seminci la segunda parte de la trilogía que el director griego Theo Angelopoulos inició en el 2004 con ‘Eleni’, presentada fuera de concurso en aquella ocasión. La historia de amor entre Eleni y Spyros, zarandeada por los acontecimientos del convulso siglo XX en Europa, sufre los avatares de la Historia con mayúsculas. Ese es el polvo del tiempo, la ceniza que la guerra, las deportaciones, el exilio, los campos de concentración, las pérdidas y la desolación han dejado en sus personajes.
Arrasados por la historia, así se ven a sí mismos estos supervivientes cuyas vidas narra la película desde la muerte de Stalin, momento en el que arranca, hasta la Nochevieja del año 1999, a punto de comenzar un nuevo siglo y diez años después de la caída del muro. El presunto fin de la historia que para algunos suponía ese derrumbe llega tarde para gente como Spyros, Eleni y Jacob.
Conocemos también al hijo de los dos primeros, un director de cine obsesionado por contar la historia de sus padres, divorciado y con una hija que, a pesar de su corta edad sufre, desequilibrios que la ponen al borde del suicidio. Este es el aspecto de la película que queda más en el aire, apenas apuntado, probablemente porque formará parte de la tercera entrega del proyecto.
Angelopoulos rueda con esa maestría que le ha hecho ser uno de los grandes directores de la cinematografía europea. En ‘El polvo del tiempo’ mantiene la grandilocuencia de su cine, quizá algo más contenida, pero que sigue siendo una de sus señas de identidad. La teatralidad y un cierto expresionismo llevan su firma en planos abiertos, en escenas multitudinarias resueltas a la manera clásica.
A pesar del metraje (125 minutos) la historia está narrada a base de pinceladas, con planos y movimientos de cámara que consiguen que el miedo o la desolación de los personajes, que el frío de sus vidas, le llegue al espectador, en medio de grandes silencios. Angelopoulos demanda la máxima atención porque siembra de matices una historia que, de una u otra forma, ha sido ya contada, desde perspectivas distintas, sí, con otras vidas, claro, pero que aún demanda revisiones como la que nos ofrece el realizador griego, que pone el acento en la intimidad de sus protagonistas. Los actores están bien en general, pero Ganz da una lección de interpretación en su papel de un hombre que ya ha cumplido con la vida.
A Ken Loach, que abrió la Sección Oficial fuera de concurso, hay que agradecerle que nos haya regalado una sonrisa para comenzar. ‘Looking for Eric’, que en Cannes se ganó el favor de la crítica, es algo más que una divertida historia sobre un cartero en la cincuentena que ve cómo su vida se desmorona. Está separado desde que su pareja le dejara con dos hijastros adolescentes aspirantes a presidiarios, pero a quien de verdad recuerda es a la mujer que fue el amor de su vida, con la que tuvo una hija que ya le ha hecho abuelo y a la que abandonó en su juventud. Para ella solo representa ya un mal momento del pasado. Sus amigos, que son su mejor patrimonio, intentan echarle una mano. Uno de ellos, Meatballs, es aficionado a los libros de autoayuda y por uno de esos manuales Eric llega a preguntarse qué haría en su lugar su ídolo, Eric Cantona, la estrella del Manchester United, cuyas fotografías decoran su habituación y único refugio en una casa que sus hijos han convertido en territorio comanche. Así empieza una relación fantástica entre el cartero y el jugador que ofrece pasajes muy logrados. El Loach más reconocible y auténtico, el del retrato de los perdedores, de los que trampean con la vida, nos hace reir, aunque por momentos, sobre todo en los más previsibles, que los tiene, recordemos cómo domina este director el drama y la tensión en filmes como ‘Mi nombre es Joe’, al que recuerda. Lo compensan las carcajadas.