Esta mañana me he levantado tarde y no tenía que ir al cine. Así que me sentía rara. Creo que tengo mono. Así que me puse a pensar cuáles habían sido los mejores momentos del Festival, dejando aparte, claro, el cine en sí mismo y el reencuentro con colegas a los que sólo se ve en esta cita y que siempre es estimulante o con los que mantenemos más trato pero estos días se hace más intenso.
Y creo que han sido fundamentalmente dos, y están ligados a dos personas del cine a los que admiro profundamente. Uno de ellos tiene que ver con Geraldine Chaplin. Durante la fiesta de ‘La isla interior’, en la que hace el papel de madre dura y controladora, tuvimos ocasión de hablar de una película que a las dos nos había gustado especialmente, ‘Adam Resurrected’, de Schrader. Disfruté por la forma en que defendía un filme “que toca con valentía el daño que un ser humano puede hacer a otro”. Mientras me hablaba yo estaba fascinada por la fuerza y el magnetismo que desprende esta mujer, que a los 65 años no ha perdido ni la conciencia del necesario compromiso ni la pasión. Ni la fuerza en la mirada, que sigue siendo espléndida. Una mujer que demuestra que se puede tener un enorme atractivo sin renunciar a las arrugas, que el tiempo va dejando en el rostro de una vida vivida. Un placer, a pesar de que el volumen de la música en estos encuentros impide cualquier tipo de conversación.
El segundo tiene que ver con Ettore Scola. Fue un auténtico placer compartir un desayuno con alguien a quien siempre agradeceré el papel de Gassman en ‘La familia’ o las interpretaciones de Mastroiani y Loren en ‘Una jornada particular’. Al contrario que Gerarda, él sí ha perdido la pasión.Y lo quiso dejar meridianamente claro, incluso con un tono algo gruñón, para explicar por qué ya no hace cine. “Para hacer cine hay que amar a tu país y yo cada vez lo amo menos”. Fue una delicia escuchar cómo consiguió lo que consiguió de sus actores. “Cuando elegía a los protagonistas de mis películas ya les conocía bien, éramos amigos o conocía sus carreras. Procuaraba buscar algo que no hubieran hecho antes. Gassman era un monumento tanto en lo físico como en lo psicológico, pero tamtién era un hombre sensible. Así que le di un papel (‘En la familia’) de un hombre incapaz de tomar una sola decisión ni contra el fascismo, y que vivía con una mujer porque amaba a su hermana. Sabía que Gassman que es un hombre inteligente y lo contrario de ese personaje lo haría muy bien”. Y lo mismo con Mastroiani, el latin lover que él convirtió en un homosexual o Sofía Loren, el símbolo “de la prosperidad napolitana”, convertida en una mujer sin ningún atractivo sexual, ni inteligencia.
Ni siquiera el director del Festival, Javier Angulo, admirador de su cine y de su espléndida manera de escribir guiones, consiguió arrancarle una sonrisa. Él sí lo hizo en el auditorio con sus ironías sobre la Italia actual, Berlusconi o los directores jóvenes. Y fue un auténtico placer.
(En las fotos de Gabriel Villamil, Geraldine Chaplin y Ettore Scola, durante la Seminci)