En toda antología hay dos autores: aquel cuyos textos se seleccionan y el que los selecciona. Este aporta una mirada, un criterio, una determinada ‘autoría’. Esto es así de una manera muy especial en ‘María Zambrano. Esencia y hermosura’, la antología de la pensadora malagueña en la que José Miguel Ullán trabajó desde el año 2000 hasta su muerte –ocurrida en el 2009– y que acaba de sacar a la luz Galaxia Gutenberg gracias al concurso de Manuel Ferro, depositario del legado del autor de ‘Razón de nadie’. Y es así a pesar del propio Ullán, que tuvo cuidado de presentar los textos de la autora de ‘Claros del bosque’ «desprovistos de notas de editor. Para que así recobren de lleno su autoría, cosa que empieza o vuelve a ser necesaria en las publicaciones de María Zambrano, tan trufadas de glosas ajenas», como él escribe en una nota final del libro. Ferro decía recientemente que el vértigo que Ullán sentía por la conclusión de este trabajo, que nunca dio por terminado, se debía a que en él estaba su propia vida. Lo comprobará el lector que, antes de adentrarse en el pensamiento de la única mujer española que tiene el premio Cervantes, lea atentamente el relato prologal del antólogo.
En el libro está la María Zambrano que Ullán consideraba esencial. Desde ‘Horizonte del liberalismo’ (1930) hasta ‘Las palabras del regreso’ (1995), (del que se recoge entre otros artículos el dedicado a rememorar el «nacimiento» de la II República) Ullán compuso un itinerario con el que aspiraba a que fuera visible ‘toda María Zambrano’.
Pero antes que a través de su obra, el antólogo la hace visible a través de su relación con ella. Aunque se diría que esta es la excusa. Porque ese extenso e intenso ‘relato prologal’ que abre el libro no sólo es un retrato de la filósofa, sino del tiempo que ambos compartieron y de las amistades que lo compartieron con ellos durante ese tiempo vivido. Desde la intimidad, Ullán va abriendo caminos, digresiones, carreteras secundarias que en un principio no dan pistas de en qué lugar encontrarán de nuevo la vía central y adquirirán todo su sentido. El porqué de su presencia en el relato.
El poeta parece contagiado por el hipnótico discurso de María. Y es que bien podría decirse que este es un libro-encuentro: el de dos personalidades originales y lúcidas que, cada una en su campo, aportaron savia nueva, abrieron caminos no trillados, escogieron una cierta soledad. Ullán mismo lo recuerda en una frase de María que él considera el resumen de su poética: «escribir es defender la soledad en que se está».
El relato se abre en La Pièce, en la casa que María compartía con su hermana Araceli y un número indeterminado de gatos en su exilio suizo. Es el año 1968 y José Ángel Valente y José Miguel Ullán cumplen un viejo proyecto: visitar a la autora de ‘El hombre y lo divino’. Pero pronto aparecen en el relato los saltos temporales, el París de los sesenta, (en el que Alejandra Pizarnik puede surgir de pronto bajando una escalera), la canción protesta, españoles en Francia … y los autores decisivos para ir desgranando biografías y cruces de palabras y obras. Lezama Lima, los pintores Juan Soriano (fundamental en esta obra que incluye una serie de cartas inéditas que Zambrano le envió) y Luis Fernández, cuya obra inspiró bellos e inspirados textos de la pensadora.
Cada aspecto de su personalidad le provoca a Ullán una detenida reflexión en la que fluye su erudición. Es así cuando escribe del ‘habla’ de María Zambrano, que para otro poeta, Jorge Guillén, era su mejor obra.
El relato concluye con un viaje del antólogo a Polonia en compañía del pintor Juan Soriano, y otros amigos, cuando María era ya una presencia espiritual constante para ellos. Las cartas al pintor mexicano que abren los textos de Zambrano son ya un excelente prefacio a su pensamiento: «En fin, es de noche todavía, pero vislumbro la luz del alba. Lo he pasado, lo hemos pasado muy requetemal aquí, ha sido terrible. Ni soñaba. Pero tengo algo en el corazón que me fuerza a seguir amando, esperando y, aún más amando, pues el amor es más, más que la esperanza, y la avasalla», escribe en agosto de 1959.
El lector que no conozca la obra de la pensadora malagueña encontrará aquí una visión completa, ‘esencial’ de su escritura. Y el que ya se haya familiarizado con ella contará aquí con una síntesis, extensa en el caso de ‘Claros del bosque’, mucho más sucinta en el de ‘El hombre y lo divino’, del que Ullán selecciona los últimos textos. No queda fuera ninguno de los temas tratados por la autora de ‘España sueño y verdad’: la relación entre filosofía y poesía, la trascendencia, la política, la esencia de lo humano y su relación con el mito.
(Artículo publicado en el suplemento cultural ‘La sombra del ciprés’ del 13 de febrero del 2010. La foto de María Zambrano con José Miguel Ullán es de Manuel Ferro)