Aguanta un primer plano de la cámara con la solvencia de quien lleva toda una vida dedicada a la interpretación. Petra Martínez es una debilidad personal desde que la vi por primera vez siendo una adolescente en un teatro de Madrid. Eran los tiempos del Gayo Vallecano. Tiempos efervescentes. Gente curtida en el teatro y en la vida. Su ‘partenaire’ carga sobre sus hombros con un papel de mujer en el límite de la inteligencia, sumisa, entregada, aparentemente boba, inocente. Y lo hace con la solvencia que ha demostrado en una carrera que ha ido creciendo papel a papel. Adriana Ozores lleva en los genes el oficio, pero no se le ha dado nada gratis a pesar del apellido.
Con todo, ser buena actriz no basta. Para dar de sí todo lo que puede encerrar un personaje hace falta un director con las ideas claras. Alguien que sepa sin titubeos qué quiere contar y cómo. En esta ocasión, ambas han tenido suerte. Están juntas en la última película de Miguel Albaladejo, ‘Nacidas para sufrir’ y son su mejor patrimonio.
Confieso que fui a verla con una mezcla de ganas y prevención. El director de ‘Cachorro’, ‘Rencor’ o ‘Manolito Gafotas’ me da una de cal y otra de arena, aunque le guardo el buen recuerdo de ‘El cielo abierto’. Fui, sobre todo, por fidelidad a Petra.
La traigo aquí a este espacio en el que a veces hablo de cine, porque también de cine está hecha la vida, con algo más que una intención crítica. Hay películas que sin ser obras maestras, ni estar destinadas a figurar en la historia del medio encierran algo más que sus valores cinematográficos. Hay que destacarlas porque nacen en inferioridad de condiciones. Con presupuesto justo, con la publicidad justa, sin grandes campañas mediáticas, ni el respaldo de los ‘majors’. Sin estrellas de papel couché, ni satélites de ‘reality shows’. Para colmo en clave de comedia, para muchos todavía un género meNor.
Esta tiene aromas de la mejor tradición del cine español, a veces te sabe a Buñuel o a Berlanga, te suena a Almodóvar o te viene a la mente algún plano de películas fetiche como ‘Amanece que no es poco’. Albaladejo vio muchas películas desde niño. Sus padres tenían un cine. Eso marca. Aunque no basta para explicar sus dotes para la dirección de actores o su maestría cuando trata historias pequeñas. Me reí. Pero con esa risa que se queda quieta porque el mensaje lleva una carga más profunda. Ocurre cuando se habla de la soledad, de la vejez, del amor que nunca se podrá confesar ni a uno mismo, de los estereotipos con los que ha cargado la mujer, de las triquiñuelas para escapar a duras penas de ellos, de la aparente y falsa bondad…
No sólo de ‘avatares’ que esconden su simpleza bajo grandilocuentes efectos especiales vive el espectador de cine. Los ojos del corazón no necesitan gafas. El humor, sólo una pizca de inteligencia.
Fue una buena tarde. Para empezar tuve que hacer cola para ver la película. Hacía tanto tiempo que no me pasaba que acabé tanteando una butaca a oscuras en las primeras filas. Pero entrar por los pelos me hizo feliz. Porque la segunda sorpresa era una sala llena de gente para ver cine español aún no bendecido por los Goya.