Creo que esta vez el espacio de la columna se me va a quedar corto. O quizá todo lo contrario. Porque hay cosas para las que las palabras habituales se quedan como descoloridas, y, por otra parte, la grandilocuencia las ofende.
La mayor parte de la gente nos pasamos la vida persiguiendo un milagro. Hay personas que sin embargo parecen llevarlos en las manos. Es lo que pensaba el otro día en la última sesión del curso de la Fundación Segundo y Santiago Montes.
Una vez más, y no está de sobra que estas cosas se recuerden de vez en cuando, se habló del asesinato de Segundo como el punto de partida (aunque evidentemente todo había empezado mucho antes) de una historia que habla de represión, de refugio, de superación, de esperanza… De cómo un pueblo oprimido consiguió volver a su país, asentarse en un lugar prácticamente desierto y empezar a construir su futuro, un futuro lleno de dificultades y carencias pero también de lecciones de vida. Y al frente de todo Catalina Montes, continuando la labor que empezaron sus hermanos y empujando a otros a hacer realidad una máxima que oída de su boca tiene aún más sentido: la pobreza tiene remedio.
¿De dónde saca la fuerza esta mujer menuda para cargar sobresus hombros la tarea titánica de señalar a toda una ciudad el camino (y asfaltarlo) hacia un mañana mejor? «La pobreza tiene remedio» dice con una sonrisa tan ancha y unos ojos tan luminosos que no hay más remedio que creerla. Ella lo sabe porque lucha contra la miseria cada día y porque no la frenan las dificultades: programas sanitarios, programas educativos (¿saben que la Fundación ha formado ya a un buen número de maestros que son a su vez el futuro educativo de su pueblo, porque son personas que ejercerán en su ciudad?) programas de ayuda a las mujeres, verdadero pilar de esa sociedad, de ayuda a los ancianos… Un dato: sólo un tercio del dinero que se destina para toda esa impresionante tarea y que siempre es insuficiente sale de las instituciones. Los otros dos tercios proceden de colaboraciones privadas, y ellas son el motor de todos los cambios posibles. Aquí no hay tiempo para hablar porque todo es urgente pero hay que perseguirlo con ahínco. Se persiguió una ambulancia (la única existente en una extensa zona del país) y ahora salva vidas cada año. Se consiguió el dinero para construir casas y ahora a pesar de su aparente modestia son las que mejor resisten los embates de la Naturaleza que por esa zona centroamericana se pone bravía. Todo es vital. Todo es inaplazable, aunque se consiga poco a poco.
No hay tiempo para campañas. Pero los partidos políticos aspirantes a gobernar deberían hacer cursillos en la Fundación. De cómo querer es poder cuando el objetivo es claro y es justo. Es decir, cuando lo que se persigue no es el poder sino la justicia. Estoy segura de que si pudieran los habitantes de la ciudad Segundo Montes, y muchos otros más, votarían a Catalina como presidenta y ella no gasta un euro en publicidad. A los que estuvimos en el acto del pasado viernes nos vino bien olvidarnos de la crisis (¿qué crisis?) y tocar de cerca los milagros.
(Publicado el 24 de junio de 2010 en la columna de opinión ‘Días nublados’ de la edición impresa de El Norte de Castilla)
(En la fotografía de Caty Montes, escolares en una de las escuelas de la Ciudad Segundo Montes)