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La herencia de Evgueni

Hay gente que hereda de sus padres tierras, casas, joyas y grandes cantidades de dinero. Hay gente que hereda hipotecas a medio pagar, esto último, ya comprenderán, es mucho más frecuente. Pero hay quien hereda una tarea. Hay personas que cuando vienen al mundo no saben que su destino estará marcado por las vidas truncadas de sus padres, y que, una vez desaparecidos, se impondrán de alguna manera la tarea de devolverles su memoria, restaurar aunque sea póstumamente las heridas que se les infligieron injustamente.
Pensaba eso el pasado viernes cuando asistí en la sede madrileña de la editorial Galaxia Gutenberg a la presentación de la primera traducción directa del ruso al español de la novela ‘El doctor Zhivago’ de Boris Pasternak. Y lo pensaba porque el protagonista de esa presentación fue su hijo Evgueni. Evgueni Pasternak tiene 87 años y aunque subió lentamente las escaleras del estrado donde se sentaban los encargados de la presentación, tiene la energía suficiente para hacer el viaje desde Moscú y poner el prólogo al que será el año de Rusia en España en 2011.
Evgueni Pasternak piensa que acudiendo a actos como el que menciono contribuye a devolver la dignidad que intentaron arrebatarle a su padre, cuando las autoridades soviéticas con Jkruschev al frente iniciaron una campaña de desprestigio contra el escritor a raíz de que se le concediera el premio Nobel por una obra que el régimen consideraba antisoviética. Pero la dignidad es un patrimonio inviolable, algo que corre como la sangre por dentro de la persona. Su dignidad quedó intacta, no así la de sus perseguidores.
Lo que más me impresionó del discurso de Pasternak hijo –hablaba seguido, con frases precisas, disimulando apenas lo que le molestaba que fuera interrumpido por el intérprete, como deseando que su mensaje llegara nítido a sus interlocutores, en su mayoría periodistas, escritores y algún profesor de Literatura rusa– fue cuando recordó la tarde en que visitó a su padre, horas después de que, vencido, enviara un telegrama al comité del Nobel renunciando al premio. Evgueni Pasternak está convencido de que todos aquellos acontecimientos aceleraron su muerte.
Y ahí estaba él, cumpliendo con la tarea heredada de restablecer el buen nombre de su progenitor, que murió convencido de que sus mejores sueños habían terminado de una manera trágica. Su esposa Elena, que lo acompañaba junto a su nieta Anastasia y que es una de las mayores especialistas en su obra, afirmó: «Lo peor de todo es que la voluntad de una persona libre fue sistemáticamente violada».
Recordaba las biografías de mis adoradas Anna Ajmátova y Marina Svetáieva y pensaba cuántas vidas truncadas por la tiranía de uno y otro signo. Lo cierto es que nadie pudo contras sus obras brillantes, dura, inmensas. Son nuestro patrimonio. «Los problemas expuestos en la obra de mi padre siguen vigentes», dijo Evgueni en un momento dado. Y miramos alrededor y solo podemos darle la razón.

(Publicado en la edición impresa de El Norte de Castilla en mi columna de opinión Días Nublados el 18 de noviembre de 2010)

Sobre el autor

Más que un oficio, el periodismo cultural es una forma de vida. La llevo ejerciendo desde que terminé la carrera. Hace de eso algún tiempo. Me recuerdo leyendo y escribiendo desde que tengo uso de razón. La lectura es mi vocación; la escritura, una necesidad. La Cultura, una forma de estar en el mundo. Dejo poemas a medio escribir en el bolso y en todos los armarios.


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