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Entre la fiesta y la batalla

A PROPÓSITO DEL LIBRO ‘LAS FLAUTAS DE LOS BÁRBAROS’ QUE ACABA DE VER LA LUZ

(Acaba de ver la luz el último poemario de Carlos Aganzo, con el que obtuvo el Premio Universidad de León. Sus páginas, que animan a practicar el ‘carpe diem’ mientras quede un rastro de belleza, son un buen antídoto contra las amenazas bárbaras que nos persigue)

Aunque el poemario tenga un tono premonitorio de un desastre por venir, y aunque las flautas de los bárbaros vengan a subrayar la decadencia de la cultura occidental, el último libro publicado por Carlos Aganzo no puede evitar, ni lo pretende, el fondo de apacible optimismo que subyace en los ojos de quienes acostumbran a fijarse en la belleza como una forma de estar en el mundo. Incluso ese rumor a trompetas finales la hace más intensa: «Todo más bello aún, / más alto, más intenso/ por saber que se

acaban/ los racimos de música/ y la antigua fragancia de los tilos».
Aún habrá tiempo para otra primavera y quizá en ella descanse la esperanza de superar el tiempo oscuro si sabemos tomar ejemplo de la amapola: «como erupción de vida/ en los desmontes de la primavera/ las amapolas gozan/ del aroma apacible del instante».
Fluyen los poemas de ‘Las flautas de los bárbaros’ entre el clasicismo de los ecos mitológicos y la precisión de la palabra justa cuya búsqueda no oculta el autor: «(…) a manotazos busco/ la palabra primera, la no contaminada,/ la que abre las puertas de la música/ y no ofende al silencio».
El silencio sanjuanista, otra de las constantes en la obra del autor – premio Gil de Biedma por ‘Las voces encendidas’– pasea por los versos de un poemario donde se dan la mano Ávila y Taormina, sin bien es la ciudad amurallada la que prevalece como el lugar donde el poeta aprendió quizá lecciones esenciales para su obra futura: «Desnudo del ornato,/ reducido a sus líneas esenciales,/ el castaño de indias/ resiste con arrojo/ las últimas semanas del invierno».
La naturaleza es el paisaje de fondo, la que suaviza el verbo y las metáforas, la que equilibra el miedo a la derrota y la esperanza de la vida que se renueva. Y el vuelo de los pájaros como una promesa: «con ellos, celebrantes/ del tiempo y la memoria, la provisión de fe para el camino: amar siempre a las piedras/ como las piedras aman/ a aquellos que sostienen».
Porque al fin de las cenizas surgirá la vida renovada. La que se expresa en la palabra firmemente asentada en los cimientos de la poesía: «Todos los hombres llevan/ un Ícaro en los ojos./ Todos los hombres tienen devoción/ por el alma de los pájaros».

Sobre el autor

Más que un oficio, el periodismo cultural es una forma de vida. La llevo ejerciendo desde que terminé la carrera. Hace de eso algún tiempo. Me recuerdo leyendo y escribiendo desde que tengo uso de razón. La lectura es mi vocación; la escritura, una necesidad. La Cultura, una forma de estar en el mundo. Dejo poemas a medio escribir en el bolso y en todos los armarios.


abril 2012
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