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No solo cuenta la historia (Seminci IV)

A PROPÓSITO DE ‘LIBERAL ARTS’, ‘LA LAPIDACIÓN DE SAINT ETIENNE’ Y ‘GINGER&ROSA’

 

‘Amor y letras’, la película de Josh Radnor presentada ayer en la cuarta sesión de la Sección Oficial, tiene en su contra el humor. Y no porque el humor le haga daño a la película, en absoluto, sino porque el humor no suele cotizar al alza en un palmarés que se precie. «Qué buena película para el premio del público» suele ser un comentario muy escuchado en estas ocasiones.
Una lástima, porque bajo una apariencia amable ‘Amor y letras’ (mejor ‘Liberal Arts. ¿Por qué se empeñarán las distribuidoras en quitar  sentido a los títulos al traducirlos?) contiene cargas de profundidad notables. Sin ir más lejos, la crítica que hace a la Universidad americana (?) en general y a los departamentos de Letras en particular tiene momentos sublimes.
Por otro lado, es de agradecer que sea un director el que bromee con inteligencia sobre cierta inmadurez emocional masculina, algo a lo que quizá desde Woody Allen (con el que no encuentro tantas similitudes como todo el mundo ve) no estábamos acostumbrados. Josh Radnor lo hace en una película muy personal (es también guionista, productor y protagonista) en la que brillan los diálogos y en la que el humor inteligente permite excesos como el de incluir un personaje a medio camino entre la realidad y la fantasía que con su gorro rojo hace el papel de un duende del bosque.
Una película para letra heridos que reivindica (por voz de una estudiante de 19 años, lo que aún tiene más mérito) el placer y el sentido de escribir cartas a mano. Y de leer. Película especial para lectores, con muchas bromas en torno a quienes no conciben la vida sin un libro abierto entre las manos.
Lástima que al final no se atreva a rematar su producto con la misma valentía con la que lo desarrolla y caiga en los brazos de una moralina conservadora (muy ‘american way of life’, por otro lado) que deja el filme en la orilla  de lo políticamente correcto. Por poco.
Con todo, el filme vino a aliviar la crudeza con la que había comenzado la mañana. ‘La lapidación de San Etienne’ no es políticamente correcta pero no por eso es mejor película. Ni mucho menos. Ya vimos con el filme de Vicari sobre el G8 que no basta una buena intención, ni siquiera cuando tiene que ver con un buen objetivo social, para hacer buen cine. Hacer buen cine es otra cosa. Y no le faltan a Pere Vilá, por lo visto aquí, condiciones para hacerlo. Pero es difícil salvar un guión que tiene agujeros por los que se escapa la historia. La película pretendía hablar sobre el abandono de la ancianidad.
Etienne es un anciano enfermo en sus últimos días, que vive solo en un piso mugriento que no quiere abandonar porque en él se encuentra acompañado por sus recuerdos, en particular los de su esposa e hijas fallecidas. No quiere hablar con su otra hija, ni con la asistencia social, y solo a regañadientes recibe a su hermano. Asistimos a su progresiva degradación de la mano de un director que apuesta por la sequedad y la frialdad para dar más fuerza al filme. La tiene su protagonista, el experimentado actor Lou Castel, (más en los silencios que en los parlamentos) y sobre todo el ambiente conseguido en el piso, que más que un escenario es el alter ego del protagonista. Pero la gracia del filme se acaba aquí.  Cuando el espectador puede sospechar que hay razones para ese aparente abandono, que el odio visceral de la hija (cuando aparece es cuando la película es más débil) tiene que tener motivos profundos. Pero hay demasiadas preguntas sin resolver y un final que traspasa la frontera de lo truculento. Todo ello acaba por ahogar la película.
Adolescentes
Con la de Sally Potter, cierre de la Sección Oficial de ayer, pasa lo contrario. ‘Ginger & Rosa’ está muy bien contada, tiene una narrativa espléndida en perfecta simbiosis con la fotografía excelente de Robbie Ryan. Pero a ratos no se sabe muy bien qué es lo que cuenta y, sobre todo, al final, roza peligrosamente el melodrama.
Ambientada en Londres durante ‘la crisis de los misiles’, uno de los momentos más tensos de la Guerra Fría, cuenta la historia de dos amigas adolescentes (excelente Elle Fanning en el papel de Ginger) que toman caminos divergentes. Ginger abraza la causa pacifista contra la bomba nuclear para evitar enfrentarse al hecho, para ella insoportable de que su mejor amiga mantiene una relación con su padre. Lo que explota no es la bomba nuclear sino la verdad y solo la maestría de Potter consigue sujetar lo que podría haberle explotado en las manos.
Y una referencia excepcional a uno de los cortos del día, ‘El ritmo que late en mí’, de Yann le Quellec, más humor inteligente, bien rodado, cuidado estéticamente al detalle y con escenas que son un cariñoso homenaje al espíritu de Jacques Tati.

 

(Fotograma de ‘Liberal Arts’)

Sobre el autor

Más que un oficio, el periodismo cultural es una forma de vida. La llevo ejerciendo desde que terminé la carrera. Hace de eso algún tiempo. Me recuerdo leyendo y escribiendo desde que tengo uso de razón. La lectura es mi vocación; la escritura, una necesidad. La Cultura, una forma de estar en el mundo. Dejo poemas a medio escribir en el bolso y en todos los armarios.


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