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No lo he soñado

Para todo hay una primera vez y yo asistí hace unos días a una de esas ‘primeras veces’. Le oí decir a un empresario que la cultura es rentable. Así, literalmente. «La cultura es rentable», dijo ante un auditorio que, por estar mayoritariamente convencido de antemano, quizá no se dio cuenta cabal de lo inusual de esta afirmación en boca de un empresario. Y más en la situación actual.
Mientras todos los presupuestos de la cultura se van empequeñeciendo a ojos vista, cuando no desapareciendo literalmente, y los, en otros días, patrocinadores y mecenas hacen mutis por el foro o ponen cara de póker más o menos justificadamente, que de todo hay, de repente un empresario dice «la cultura es rentable» y no es portada en todos los medios del país. Buena prueba de que la sensibilidad hacia la cultura es asunto sobre el que hay que llamar la atención continuamente.
Lo diré ya. El empresario al que me refiero es Carlos Rodríguez, presidente del grupo Inzamac. Y puede aportar pruebas de que sus palabras no eran un mero adorno en un discurso. Estamos acostumbrados a oír en todo tipo de encuentros culturales a los representantes públicos parlotear sobre la importancia de la cultura –los políticos en campaña son especialistas en todo tipo de eslóganes que no pueden mantener en cuanto se trata de investigar qué hay detrás del eslogan– lo malo es que de los dichos del discurso a los hechos de la realidad suele mediar una distancia kilométrica. Pero hay quien antes de decir «la cultura es rentable» ha demostrado con hechos que cree en lo que dice. Y sin esperar a la presunta Ley de Mecenazgo.
El Grupo Inzamac, a través del foro para la Calidad Empresarial, viene patrocinando los libros que componen la colección ‘Soñando futuros’. (Título nada casual). Provincia a provincia, los libros han reunido a una parte muy significativa de la vida cultural de Castilla y León y son una especie de acta notarial de sus manifestaciones más importantes en este campo. Escritores, artistas, pensadores, historiadores… están convocados en sus páginas. Si alguien ajeno a la comunidad quiere tener una visión de qué significan cada una de sus provincias desde el punto de vista de la cultura no tendrá más que acercarse a cada uno de estos volúmenes para un acercamiento y para encontrar múltiples hilos desde los que seguir en el viaje de profundizar en las raíces de su patrimonio y encontrar las vías de su futuro.
Pensaba mientras asistía a la presentación del octavo volumen de la serie, el dedicado a Segovia, que un proyecto así es aún más importante en una comunidad cuyos habitantes tienen una conciencia autonómica digamos débil. Así lo creo. Si hay un elemento que puede aglutinar, que puede hacer crecer esa conciencia es la cultura. Una historia y una cultura común y, dentro de ella, unas particularidades que la enriquecen (¿les suena?) son las mejores señas de identidad, siempre que esas señas no sean al mismo tiempo una excusa para la parálisis, algo que, por desgracia, también vemos con frecuencia en estas tierras.
Vivimos tiempos difíciles. Ya lo sabemos. Lo recordamos cada día. Pero hay empresarios que miran al futuro y apenas acaparan titulares. Lo escribo aquí para que conste.

 

(Publicado en la columna de opinión ‘Días Nublados’ de la edición impresa de El Norte de Castilla)

Sobre el autor

Más que un oficio, el periodismo cultural es una forma de vida. La llevo ejerciendo desde que terminé la carrera. Hace de eso algún tiempo. Me recuerdo leyendo y escribiendo desde que tengo uso de razón. La lectura es mi vocación; la escritura, una necesidad. La Cultura, una forma de estar en el mundo. Dejo poemas a medio escribir en el bolso y en todos los armarios.


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