Los ojos del editor | Calle 58 - Blogs elnortedecastilla.es >

Blogs

Los ojos del editor

SOBRE LA EXPOSICIÓN DE FOTOGRAFÍAS DE MARIO MUCHNIK EN VALLADOLID

Si miramos detenidamente la foto que Mario Muchnik hizo de Borges, allí, en la Argentina, en el país que fue el país originario de ambos, comprobaremos que probablemente ningún otro fotógrafo haya captado, no ya la esencia borgiana, sino su literatura en una imagen fotográfica. La foto, como los cuentos del autor de ‘El Aleph’, es una extraña mezcla de magia y misterio y, como ocurre con los mitos, y Borges lo es, no se sabe muy bien, contemplándola, si el personaje es real o es un ser fantasmal llegado de alguna dimensión inaccesible. Me cuenta por teléfono el autor, desde su casa de Madrid, que cuando Italo Calvino vio esa foto dijo «la foto de un ciego en una biblioteca de libros ciegos» (aludiendo a que el tiempo había borrado las letras de los lomos de los libros que arropan al maestro de la escritura).
Así es una conversación con Muchnik: un paseo por el que cualquiera puede toparse con Umberto Eco, o con Ernesto Sábado, o con García Márquez, o con Francisco Ayala… Personajes que fueron mucho más que autores de su ‘cuadra’, acabaron siendo amigos, como Julio Cortázar. Ah! La foto de Julio… «En realidad son dos retratos y la autoría es de los dos». Lo dice Muchnik porque en el reflejo de esas extrañas gafas de sol que lleva puestas el niño grande que siempre fue el autor de ‘Rayuela’ se refleja el fotógrafo. Un doble autorretrato en los ojos de quien tanto supo ver la realidad al otro lado del espejo…
Y qué me dicen del retrato de Simone de Beauvoir. Si no la conociéramos, diríamos que es una entrañable madre de familia, una dedicada ama de casa que ha bajado a la compra y ha aprovechado unos minutos de respiro para tomar un café en la terraza de la esquina. Y ‘solo’ fue la intelectual que puso las pilas del feminismo a varias generaciones de mujeres, la escritora, la propulsora de empresas culturales, la rebelde con causa cuyo nombre quedó unido a los de Jean Paul Sartre o Nelson Algren.  Ahí está, con su eterno turbante blanco y las manos en el pecho jugueteando con su collar, evidenciando ante el fotógrafo los restos de la mujer burguesa que era por origen y educación.
Hay que haber apretado millones de veces el obturador de una cámara para conseguir plasmar en un ‘instante robado’ lo que está más allá de la apariencia y lo que hay detrás de ese instante. Y es que Muchnik (Buenos Aires, 1931)  fue fotógrafo antes que fraile, digo que editor. Con cinco o seis años ya era propietario de una Kodak, «una de esa cámaras de cajón, donde todo era fijo». Quizá por pertenecer a la época de la pre-revolución tecnológica tiene ideas muy firmes acerca de ésta.
Si se le pregunta, por ejemplo, por qué siempre en blanco y negro, se entra en el terreno de la filosofía y la respuesta podría dar para una clase o una conferencia, pero, en   resumen, tiene que ver con el «contenido moral de la fotografía», con el hecho de que  su pretensión no sea reflejar  ninguna realidad, más que una realidad abstracta moral.   Y por lo antes descrito, a fe que lo consigue.

«No hay ninguna foto memorable que sea en color. Si pienso en mi estantería repleta de libros de fotografía puede que en total haya en ellos tres o cuatro fotos memorables en color. Pero si pensamos en fotos memorables, esas fotos como la del miliciano cubano sentado con su fusil ante una mesa, o los retratos de Neruda o Giacometti de Cartier Bresson… o tantos otros… son todos en blanco y negro».
El color, insiste, está bien para la pintura. «El color me distrae. Cuando he intentado hacer fotos en color, al final, no me dicen nada. El pintor es mejor en eso. El pintor puede dar el color que quiera a cualquier zona del cuadro. El fotógrafo no se lo puede permitir porque está esclavizado por la realidad. Creo que a eso se refería Cartier Bresson cuando decía que la fotografía no es un arte sino una artesanía».
Nunca se ha separado de su Leica y tampoco se ha rendido a los avances instrumentales. De nuevo sale a la conversación Cartier Bresson: «Una vez corría para reflejar un acontecimiento con su cámara de siempre (nunca usó cámaras de más allá de 35-50 mm) y a su lado corría un joven con uno de esos objetivos de 400 mm… Y Cartier Bresson le miró y le dijo ‘con eso no harás jamás una foto memorable’. Y es verdad, conozco pocas fotos memorables hechas con un teleobjetivo».
Exposición
Hablamos de sus fotos porque la sala del Teatro Calderón de Valladolid, de la Fundación Municipal de Cultura, acoge desde el viernes una amplia colección de esos ‘Instantes robados’. Un titulo que viendo las imágenes tiene todo el sentido. El que le daban algunas culturas antiguas a ese diabólico invento de la cámara. Como aquellos hombres y mujeres que pensaban que si se dejaban fotografiar les sería robada el alma, aquí está el espíritu de los retratados, en la mano franca de Jorge Guillén, en el gesto resuelto de Alejo Carpentier, o en la mirada inquisitiva de Bioy Casares.
Cuando mira sus fotografías en alguna de las exposiciones que se han hecho de su vocación paralela todavía ve detalles que no había visto cuando las sacó.
«Mi conclusión es que las fotos nunca están hechas antes de ser plasmadas en algún soporte. De alguna manera, los negativos son un asunto abstracto, lo que uno ve es la foto impresa… Y sí, cuando las miro, veo cara a cara a tantos amigos que ya no están, Cortázar, Borges, Bioy Casares, rostros que se pierden en la noche de los tiempos y eso me produce dolor… Como me dijo un día Calvo Serraller, las fotografías son como un rito fúnebre…»
Pero no lo fueron en el instante de ser tomadas y eso es lo que cuenta. Ver a Alberti en plenitud en su taller o la sonrisa de Ana María Matute, o la vitalidad de Francisco Ayala  con el ánimo dispuesta a una suculenta comida.
Ha dejado de editar. No le gusta lo que está pasando en el mundo de la edición, la afición por ganar dinero a base de best sellers… Tampoco confía en el e-book, piensa que no tendrá mucho recorrido. Que el libro, tal como hoy lo conocemos, es un invento perfecto, pero un invento que extiende sus orígenes al Imperio Romano… Pero de alguna manera sigue al pie del cañón porque no ha perdido la curiosidad. Fruto de ella son estas imágenes que se podrán ver del 12 de abril al 13 de mayo. Los lectores podrán encontrarse con muchos miembros de su extensa familia.

(Artículo publicado en el suplemento literario La Sombra del Ciprés)

La fotografía de Mario Muchnik en la sala del Teatro Calderón de Valladolid  es de Ramón Gómez

Sobre el autor

Más que un oficio, el periodismo cultural es una forma de vida. La llevo ejerciendo desde que terminé la carrera. Hace de eso algún tiempo. Me recuerdo leyendo y escribiendo desde que tengo uso de razón. La lectura es mi vocación; la escritura, una necesidad. La Cultura, una forma de estar en el mundo. Dejo poemas a medio escribir en el bolso y en todos los armarios.


abril 2013
MTWTFSS
1234567
891011121314
15161718192021
22232425262728
2930