Franca Rame. Un nombre sonoro, contundente, de una mujer ‘sonora’ y contundente. Y sin embargo uno de esos nombres que hay que aclarar con otro nombre, también sonoro y también contundente. ¿Quién dices?, Franca Rame, ‘la mujer de Darío Fo’. Parece una ironía del destino que una mujer tan luchadora a favor de los derechos de la mujer, no pudiera nunca dejar de ser ‘la mujer de’, como si las circunstancias jugaran a favor de ese aserto tan machista que, por cierto, no sé si tiene autor conocido y que desde luego ha desterrado del uso cotidiano la corrección política: «detrás de todo gran hombre hay siempre una gran mujer».
Hay dos cosas que pueden mantener joven a una mujer (y a un hombre, por supuesto). Una, la cirugía plástica (de perversos efectos secundarios para la sonrisa y el gesto en general). La otra: no claudicar. No sé si Franca Rame se hizo algún ‘arreglo’ en su físico pero está claro que no claudicó. No claudicó de la vida que, en su caso, transcurrió siempre por la orilla de la lucha. El activismo político, el
activismo feminista, el activismo cultural.
Ella y su marido formaban una pareja de teatro. El teatro fue su vida. Y al tiempo encarnaban el tipo de artista que considera que la creación debe mirar alrededor, y diseccionar con un afilado cuchillo los males del tiempo presente. Lo hicieron en ‘Aquí no paga nadie’ cuando la inflación asolaba Italia (qué oportuna obra para los tiempos que corren, por cierto); lo hicieron en ‘La violación’, para denunciar la violencia sexual contra las mujeres, una vez que la propia Franca Rame la hubiera sufrido en sus carnes sin que los culpables fueran nunca condenados; lo hicieron en ‘Pareja abierta’ (divertidísimo texto) a raíz de una crisis en su relación; lo volvieron a hacer en ‘Una mujer sola’. Y tantas veces… Escribieron decenas de obras de teatro a cuatro manos, y a cuatro manos mantuvieron su compañía, una vida entera dedicada por completo a la creación que tuvo compensación con el Nobel solo a una parte de la pareja. Por supuesto, a él.
No sé por qué (o mejor, sí lo sé) pensé en María de la O Lejárraga cuando me enteré de la muerte de Franca. Dos mujeres muy distintas y de vidas muy distantes, pero que compartieron algunas circunstancias: la más notoria, su dedicación al teatro. Como a estas alturas casi todo el mundo sabrá, Lejárraga fue la autora de las obras de teatro que firmaba en solitario su marido, Gregorio Martínez Sierra, y con las que triunfó en España y fuera de nuestro país. Ella aceptó esta situación, incluso cuando su marido la dejó por Catalina Bárcena, primera actriz de la compañía que habían fundado juntos. María Lejárraga siguió escribiendo para su famoso marido y atendiendo sus apremiantes requisitorias cuando se acercaba la fecha del estreno.
Muchas cosas cambiaron deprisa en las últimas décadas del siglo XX, pero ahora muchos de los logros conseguidos en todos los ámbitos (político, social, jurídico) se van desmontando también a gran velocidad. La diferencia entre un tiempo y otro es que ahora nos faltan referentes como el que encarnaba la pareja Fo-Rame a la que nadie puede negar (probablemente ni sus muchos detractores) su contribución al avance social.
Artículo aparecido en mi columna semana ‘Días nublados’
(En la foto de Alessandra Tarantino, Franca Rame y Darío Fo caracterizado como Berlusconi, en la sátira ‘L’Anomalo Bicefalo)