He soñado que vivía en un país cuyos poderes públicos creían en la cultura con mayúsculas. He soñado que se tomaban en serio su labor como garantes de que esa Cultura –la que crea espacios de reflexión y conocimiento, la que profundiza en los valores democráticos y abre vías para la expansión del espíritu– llegara a toda la ciudadanía con independencia de su situación socioeconómica. Pero me he despertado a la pesadilla del desmantelamiento del Museo Esteban Vicente, no por temido menos doloroso. El Museo permanecerá abierto, sí, gracias a las aportaciones de las instituciones, sí, –por cierto que una parte de esas aportaciones irá a parar irónicamente a costear los finiquitos de los despedidos– pero en unas condiciones sobre las que no podemos llamarnos a engaño. No se puede llevar a cabo un proyecto cultural de altura y ambicioso (ambicioso no en repercusión populista) con una plantilla diezmada, y lo que es peor, descabezada, sin dirección. La salida de Ana Martínez de Aguilar de la dirección del museo es otro episodio más en una tendencia generalizada que pasa por prescindir de los profesionales más cualificados, los que pueden aportar criterio y un trabajo especializado en los valores que se les confían (en este caso el legado de un artista con el que el nombre de Segovia y Castilla y León ha salido al exterior con el prestigio de su obra) pero que resultan incómodos cuando, en base a esos criterios, se niegan a injerencias que consideran ajenas al proyecto o que lo desfiguran en aras de una rentabilidad mal entendida. Los casos de Teresa Velázquez en el Patio Herreriano de Valladolid o, mucho más recientemente, el de Eva González Sancho y su fugaz paso por la dirección del Musac de León son emblemáticos en este sentido. Otras veces el prescindir de un profesional de prestigio al frente de un proyecto cultural es menos ruidoso pero esconde el mismo objetivo: ‘rentabilizar’ la inversión. Y eso suele significar abaratar el contenido, llenar aforos aunque sea a base de esos populismos de los que luego se quejan con la boca pequeña nuestros políticos. Estoy pensando en la salida de Calixto Bieito de la dirección del FÀCYL de Salamanca. El Festival sigue adelante sin él, por supuesto, y probablemente hace más ruido, pero nada tiene que ver hoy en día con el espíritu que alumbró esta propuesta, incluso antes de que Bieito llegara. Por cierto, la OSCyL sigue sin director artístico, es decir, sin rumbo, sin el profesional que ahorme esa personalidad y fomente su prestigio en el exterior.
Con el Esteban Vicente en horas mortecinas se pierde una gran oportunidad que no han sabido ver ni la Diputación Provincial de Segovia, ni el resto de las instituciones implicadas (Ayuntamiento de la ciudad, Junta, Ministerio…) Todas a una por encima de colores políticos y miras estrechas y cortoplacistas deberían haber luchado por el potencial de una institución que hubiera sido una gran embajadora de la cultura de Segovia y de Castilla y León, uniendo un nombre de primera fila en el arte contemporáneo –que ya exportó la luz de su origen desde su exilio en Nueva York– al peso cultural de su historia y su pasado. Pero para eso hubiera sido necesaria en nuestras instituciones mucha cultura y mucha cultura democrática. Aquí preferimos exportar pinchos y tapas. Es más cómodo y cada cual puede hacer la guerra por su cuenta.
El futuro del Museo Esteban Vicente abre muchas incógnitas. ¿Qué va a pasar cuando termine este año electoral? Y la más importante: ¿cómo se va a gestionar el legado del artista y qué papel va a jugar la fundación americana presente en el Patronato en esta labor? No olvidemos que si su voluntad se hubiera cumplido parte de ese legado ya estaría en venta y el consorcio público que gestiona el museo sería una entidad privada. Atrás queda la labor no solo de la actual directora, sino, justo es reconocerlo, la que hizo en su ausencia temporal el que fuera también subdirector de la institución, José María Parreño. Mirar atrás conduce a la melancolía, pero mirar hacia adelante produce vértigo.
(Publicado en mi columna ‘Días nublados’ el 12 de junio de 2015)