Comienzo aquí mis crónicas sobre la Sección Oficial de la 61 Seminci
SOBRE ‘LAS FURIAS’ Y ‘CLASH’
Meter a una familia entre cuyos miembros pesan ya los desencuentros y los rencores soterrados en un lugar apartado de su residencia habitual y dejar que se desaten las furias internas –contenidas a veces a lo largo de los años— con más o menos virulencia es un asunto que ha dado siempre mucho juego tanto en cine como en teatro. Aquí, sin ir más lejos, tenemos a una directora que arriesgó en su debut cinematográfico con tan espinoso asunto y salió airosa. Mar Coll ganó premios, entre ellos el Goya a la mejor dirección novel, con ‘Tres días en la familia’. Coll volvería al tema familiar con ‘Todos querían lo mejor para ella’, película que inauguróla Semincide 2013, demostrando una vez más su buen pulso en la dirección.
Pero vamos a lo que nos ocupa. Miguel del Arco también ha arriesgado con el tema en su debut cinematográfico. No vamos a descubrir aquí el talento de este dramaturgo para la dirección teatral. ‘La función por hacer’, ‘La violación de Lucrecia’, ‘Hamlet’… se cuentan entre sus éxitos como director. El cine lo conocía desde dentro en sus inicios como actor (‘Morirás en Chafarinas’, ‘Boca a boca’…) pero dirigir cine y sobre todo llevar a un buen puerto un guion complicado es un asunto muy distinto.
Del Arco contaba con algunos elementos interesantes: la historia de una familia en la que hace tiempo se ha instalado la incomunicación (‘hablar es muy difícil’ es uno de los leit motiv del filme) y en la que sus miembros se guardan entre sí rencores antiguos. Un padre actor ya retirado y enfermo, una madre psiquiatra que ha empezado una nueva vida de la que sus tres hijos solo tienen conocimiento a medias y una nieta aquejada de una enfermedad mental, a la que unos padres desnortados no ayudan precisamente.
Una bomba de relojería que empieza la cuenta atrás para el estallido cuando la madre anuncia que va a vender la casa solariega de la familia, lo que motiva la reunión de todos sus miembros en el que parece será el último fin de semana en un lugar que es el referente de la infancia de los tres hermanos.
Drama lleno de símbolos (desde los nombres de referencias mitológicas de los hijos: Cassandra, Héctor y Aquiles) y metáforas como la enfermedad de la nieta que en el encierro al que le obligan sus circunstancias trata de aportar algo de lucidez al entorno, entre crisis psicótica.
La película empieza a despeñarse hacia la tragedia que no es (las claves son necesariamente distintas aunque Del Arco juegue continuamente con ese referente) casi desde la llegada de la familia a la casa de verano. El director introduce una serie de secuencias a modo de cuadros escénicos, tan con calzador (la escena de la violación, el juego de los hermanos que acaba en pelea) que no solo no aportan nada al desarrollo del filme sino que lastran su ritmo y desarrollo. Un reparto muy solvente no puede con los fallos estructurales de la película. Ni la contención de Sampietro y Lennie, ni la profesionalidad de Carmen Machi, ni la corrección del resto pueden sostenerlos.
Película fallida a pesar de contar con buenos elementos por separado que el final subraya innecesariamene un mensaje que hubiera sido digno de mejor causa: que un cuerpo enfermo, y aquí ese cuerpo es una familia entera, siempre va a luchar por la vida. Tampoco se entiende, salvo si miramos la alfombra roja, el lugar que ha ocupado en la programación.
En guerra
Más interesante tanto como ejercicio fílmico como por el riesgo que asume el claustrofóbico planteamiento fue la propuesta del egipcio Mohamed Diab. Cuatro años preparando un proyecto sobre el fracaso dela Revoluciónegipcia de 2011 en la que él estuvo estrechamente comprometido. La acción se sitúa en 2013 tras la caída del presidente islamista Morsi. Durante una manifestación la policía detiene y encierra a un grupo de personas en un furgón. El grupo no puede ser más heterogéneo, dos periodistas ocasionales en plena faena, un grupo de Hermanos Musulmanes, gente no adscrita en principio a ningún grupo, todo el espectro posible de la población representado en un grupo humano condenado a convivir horas y horas sin agua ni comida, sin la posibilidad siquiera de hacer sus necesidades dignamente. Heridos por las piedras y las balas, asfixiados por los gases lacrimógenos. La furia y el absurdo de la guerra reproducidos fuera y dentro del furgón. También a veces la empatía y la pequeña solidaridad del que está a punto de perderlo todo. Violencia interna y externa rodadas cámara en mano en una incómoda pero necesaria y rigurosa visión.
(Publicada en la edición de El Norte de Castilla del domingo 23 de octubre de 2016)