SOBRE ‘LES INNOCENTES’, ‘ANATOMÍA DE LA VIOLENCIA Y ‘EL CIUDADANO ILUSTRE’
La organización del Festival concentró en una misma jornada en Sección Oficial dos películas muy distintas entre sí, pero con el tema de fondo de la violencia contra las mujeres. ‘Las inocentes’, ambientada en Polonia recién acabadala SegundaGuerraMundial, y ‘Anatomía de la violencia’, el filme con el que la directora india Deepah Mehta quiere entrar en las causas de las frecuentes violaciones de mujeres que desgraciadamente forman parte de la cotidianidad de la vida en su país. Entre una y otra se pudo ver una comedia, la argentina ‘Un ciudadano ilustre’, cuyo protagonista venía avalado porla CopaVolpial Mejor Actor conseguida en el último festival de Venecia.
El principal mérito de ‘Las inocentes’ es poner el foco en un asunto del que se suele pasar de puntillas en las crónicas acerca dela SegundaGuerraMundial: las terribles violaciones por parte de los vencedores hacia las mujeres de los territorios que iban liberando del yugo nazi. La directora luxemburguesa Anne Fontaine centra la acción en un convento de monjas en Varsovia, en el mes de diciembre de 1945, donde una de las religiosas está en grave peligro por causa de un embarazo que se ha complicado a última hora. Una novicia, en contra de las reglas estrictas del convento, decide pedir ayuda y la encuentra en Mathilde, una joven médica francesa que trabaja parala CruzRoja.Cuando Matilde llega al convento descubre que el embarazo de la religiosa no es un caso aislado: las monjas fueron objeto de repetidas violaciones por soldados rusos.
La película, contada con destreza, recorre el proceso por el cual unas mujeres que jamás se habían pensado a sí mismas como madres tienen que aceptar lo inevitable, y aceptarlo además en circunstancias extremas, sin una atención médica adecuada y en estado de shock, algunas no superarán el trauma y otras verás tambalearse su fe. Quizá por lo duro del tema y lo arriesgado de su tratamiento Fontaine ha puesto tanto cuidado en no caer en el tremendismo que la película resulta en ocasiones excesivamente neutra, distante, incluso excesivamente larga, lo que no le quita el mérito de ser un testimonio necesario.
Como lo sería también ‘Anatomía de la violencia’. Deepa Mehta ha optado en esta ocasión por afrontar el tema de la violencia contra la mujer desde el punto de vista del violador. Mehta, habitual también en Seminci y de la que el año pasado se proyectó su anterior filme, ‘Beeba boys’, se pregunta ¿qué convierte a un hombre capaz de un acto tan execrable en un monstruo?, ¿qué grado de responsabilidad social hay en el asunto? La directora utiliza el tono de reportaje, y una cámara inquieta hasta la saciedad, para remontarse a la infancia de los violadores de una joven en un autobús de pasajeros en Nueva Delhi en 2012.
Un grupo de actores ya adultos interpretan a los violadores tanto en su infancia de pobreza y abusos por parte de sus mayores como en el momento de los hechos, lo que aporta originalidad al planteamiento, aunque no compensa la confusión general del relato, que se hace pesado y apenas deja al espectador la oportunidad de implicarse plenamente. Aun con todo, el filme quizá más por el riesgo asumido por una directora que nunca elude los temas más espinosos de nuestra sociedad, fue aplaudido por un sector del público.
Entre uno y otro drama se intercaló ‘Un ciudadano ilustre’, la película de los argentinos Gastón Duprat y Mariano Cohn, una buena oportunidad para la risa. Dicen que los argentinos tienen la buena cualidad de saberse reír de sí mismos. Duprat y Cohn tienen buenos maestros si pensamos en Campanella, Subiela o el mismo Burman aunque sus historias sean universales. Porque lo que le sucede al premio Nobel de Literatura Daniel Mantovani, un tipo en líneas generales arrogante y desagradable que mira el mundo desde el pedestal no ya de su premio sino del alto concepto que tiene de su inteligencia, podría pasarle a cualquier escritor u artista encantado de conocerse en cualquier parte del mundo. Pero sucede en Salas, una localidad de la provincia de Buenos Aires de la que es oriundo el protagonista y a la que no ha vuelto jamás desde que saliera hacia Europa persiguiendo el sueño de ser escritor. Él, que rechaza decenas de compromisos rutilantes en todas partes del mundo, decide en un impulso –quizá movido por la nostalgia a la que todo el mundo, hasta él mismo, puede sucumbir en un momento dado— aceptar la invitación de la municipalidad de Salas, que ha decidido otorgarle la distinción de ‘Ciudadano Ilustre’. Inicia así un viaje que lejos de convertirse en un entrañable reencuentro acaba siendo una pesadilla que a punto está de costarle la vida. Y de la que, ‘lógicamente’ saldrá una novela.
Duprat y Cohn dibujan con esperpéntica maestría unos personajes hilarantes con los que muestran esa capa de roña que deja en la piel tanto la vanidad como la envida y el complejo de inferioridad. Y lo hacen sin dejar títere con cabeza. Óscar Martínez aprovecha la oportunidad y se luce a gusto con un personaje antipático con el que sin embargo es posible empatizar y al que sabe sacar, cuando así lo exige el guión, el ser humano que, con todo, lleva dentro. Si hay que ponerle un pero a la película sería un final demasiado explicativo que no casa con el tono del resto de la historia.
Fotogramas de ‘Les Innocentes’, ‘Anatomía de la violencia’ y ‘El ciudadano ilustre’