Pérez-Jofre vuelve a La Gran de Valladolid con sus monumentales dibujos de las cosas
Ignacio Pérez-Jofre es un dibujante compulsivo. Ya lo pudimos comprobar en su anterior exposición en este mismo espacio de la calle Claudio Moyano de Valladolid. Dibuja cuanto le rodea, esos objetos casi siempre insignificantes en nuestra consideración pero que nos acompañan y nos facilitan la existencia. Desde el tubo del dentífrico a los zapatos, desde la pastilla de noche al libro que acompaña nuestros momentos más relajados, todo está en sus cuadernos, y en ellos, pero, sobre todo, en las paredes donde cuelgan una vez dibujados, adquieren otra consistencia, como subidos a un escenario suman prestancia. Dando un paso más en este constante ejercicio de representación de cuanto le rodea, y azuzado por un verso de T. S. Elliot (“las rosas tenían el aspecto de flores observadas”) Pérez-Jofre ha construido para La Gran ‘El aspecto de estar siendo observado’, una muestra en la que ha escogido cinco objetos de su serie ‘Las cosas’ y las ha dibujado con tintes de monumentalidad.
Una bota de montaña ‘Soltera’, una zapatilla deportiva ‘Viuda’ o un flexo en posición de ‘Sumisión’ posan para nosotros y reclaman categoría de personajes. Ya no importa tanto su ser como su estar, la manera como se nos aparecen. Aquí el tamaño sí que importa (los cuadros tienen medidas como 235 x 150 cm., 130 x 250 cm.) porque la mano del dibujante, el gesto de la muñeca, como mucho del brazo, implica ahora a todo el cuerpo y exige un mayor esfuerzo físico. Pero lo que también contribuye, aunque en un principio no sea evidente del todo al espectador, a dar a los objetos esa prestancia es la técnica empleada. Las ‘cosas’ están dibujadas en papel y encoladas posteriormente a la tela.
Pero más allá del virtuosismo técnico, que existe, parte del atractivo de la exposición es ir descubriendo el mundo de Pérez-Jofre. Por eso es tan recomendable pasar a la ‘trastienda’ de La Gran, esa especie de gabinete que complementa la ‘parte noble’ de la galería. Allí, desplegados por la pared están los fragmentos de ese diario íntimo que el artista abre para el que quiera detenerse. Pequeñas acuarelas que nos desvelan tanto de la personalidad del artista como de sus indagaciones. Pérez-Jofre ha ido dando vueltas a la idea de que en realidad “no podemos pintar nada tal como es. No sabemos nada del objeto en sí mismo, sólo del objeto tal como lo percibimos…” Y, por otro lado, esas cosas son algo más que los objetos que están destinados a ser pues “cuentan historias o simbolizan ideas. Se asocian a experiencias, son registros de sucesos pasados o premoniciones de hechos futuros”.
Hace tres años ya supimos del interés de este artista, una de cuyas facetas no menos destacables es su gusto por el dibujo al aire libre que, en su caso, tiene siempre tintes performativos. Aquellos ‘escombros’ que fue dejando por la ciudad con motivo de su anterior exposición vallisoletana, alguno de los cuales ha sobrevivido casi milagrosamente, eran señales de una potente vena creativa de la que ahora conocemos otro capítulo.
(Crítica publicada en la edición impresa de El Norte de Castilla el 3 de mayo de 2018)