Decía Ángel Serrano cuando el pasado jueves, casi a la misma hora en que se inauguraba en La Alhóndiga de Segovia la exposición de los pintores pensionados, le tocaba comunicar la triste noticia de la muerte de su hermano que este había dado un ejemplo de vida hasta el final. Jesús Serrano se ha ido de este mundo con la elegancia y la discreción que fueron sus señas de identidad. El tándem que puso a la ciudad en el mapa del arte contemporáneo español se queda sin uno de sus miembros casi dos décadas después del cierre de un espacio imprescindible para entender la historia cultural reciente de la ciudad. Si el arte contemporáneo sigue siendo, a pesar de avances indiscutibles, y a pesar de los museos que sobreviven con dificultad, una asignatura pendiente en esta Comunidad, sobre todo en el ámbito privado, imaginemos la audacia de abrir una galería en los primeros años de la década de los sesenta del siglo pasado. Y hacerlo con la intención de abrir los ojos a las nuevas corrientes del arte. Sin complejos. Contra todo pronóstico, la aventura salió adelante y La Casa del Siglo XV hizo honor a su nombre y fue el hogar de artistas consagrados y noveles, maestros de las distintas corrientes artísticas reconocidos internacionalmente pasaron por sus salas donde se respiraba aire –no solo arte— contemporáneo. Todo esto es historia conocida, como lo es que su vacío no ha sido llenado aún. Pero es inevitable recordarlo cuando una de sus columnas vertebrales nos dice adiós. Su discreción y timidez le empujaban a permanecer en segundo plano, pero su trabajo fue fundamental en el desarrollo del proyecto. Su buen gusto y elegancia, su amor por el detalle, estaba, por ejemplo, detrás del diseño de las tarjetas anunciadoras de las exposiciones, una de las señas de identidad de la galería, gran parte de las cuales conservo como piezas de colección. El archivo de la Casa debe mucho también a su constancia. Cuando abría cualquiera de los cajones de la trastienda de la galería, ese lugar que guardaba la memoria de la casa, y te contaba parte de la historia vivida entre esas paredes, la relación con los artistas, los avatares de las exposiciones, siempre sin cargar las tintas en las dificultades que iban superando, te hacía sentir alguien privilegiado. Le recordaremos así, con su mirada plácida y esa manera de hablar bajito, como queriendo pasar de puntillas por este mundo tan necesitado de gente como él.
(Publicado en la edición impresa de El Norte de Castilla el 26-08-2018)