Veíamos arder, atónitos, incrédulos, toda esa belleza. Veíamos cómo se destruía algo que sentíamos tan nuestro, que nos parecía imposible que estuviera en peligro de desaparecer. Nueve siglos son suficientes para que imaginemos que las cosas pueden ser eternas, pero Notre Dame de Paris, ese lugar donde tantos tenemos algún recuerdo de los que hacen que una vida merezca la pena mostraba su fragilidad y nos daba una lección. Nada dura para siempre, puede destruirlo un fallo técnico o la acción de unos fanáticos, como en el caso de los budas de Bamiyán, ¿recuerdan? También algo nuestro murió con ellos.
Mientras veía arder esa magnífica catedral gótica y recordaba a mi madre en aquel lugar señalándome, siendo yo aún una niña, el magnífico rosetón de su crucero, caía en la cuenta de que estos días no hago más que pensar en incendios y en pirómanos. Sí, demasiados políticos incendiarios campan a sus anchas en esta campaña electoral, la peor –me parece a mí— de las que recuerdo. Dejando a un lado las sandeces, las ocurrencias más propias de un casting de un ‘got talent’ del absurdo, que pueblan los mítines de algunos partidos con aspiraciones de gobierno, hay declaraciones que traspasan los límites de lo tolerable.
Voy a poner solo el último ejemplo de los que he tenido la desgracia de oír (porque tengo tentaciones de dejar de escuchar las noticias en torno a una campaña tan llena de basura). Me refiero a las declaraciones del candidato del PP por Huelva Juan José Cortés diciendo que “Pedro Sánchez se sienta a la mesa con asesinos, criminales, violadores y pederastas”. No espero que su jefe de filas, Pablo Casado, le llame al orden, pues él mismo dijo del presidente del Gobierno que prefería las manos manchadas de sangre que pintadas de blanco, agitando además el fantasma de ETA. Me consta que en su partido hay políticos que no están de acuerdo con estos excesos, pero callan. Y nosotros… ¿Cuándo los españoles hemos decidido seguir dejando que los que aspiran a gobernarnos insulten nuestra inteligencia de esta manera? ¿Cuándo hemos entrado en el juego de que todo vale en campaña electoral? ¿Y qué decir de los descerebrados que salen a reventar los mítines de quienes no piensan como ellos? Demasiada gente buscando incendios, demasiados haciendo el juego a los que solo buscan desestabilizar.
Veo arder Notre Dame y veo un símbolo. Pensamos que lo conseguido hasta ahora es inamovible, eterno. Que la democracia (siempre mejorable) que el bienestar social (en un peligroso punto de descenso) que los derechos humanos son incuestionables. Pero aquí mismo en la culta y democrática Europa vemos crecer el racismo, vemos ocupar escaños a ultraderechistas xenófobos e ideólogos de los nuevos fascismos, vemos políticos insensatos encendiendo mechas como el brexit o el ‘procés’ catalán independientemente de que cada cual sea libre de pensar qué quiere para su país. Y me deprimo.
Al menos tengo un voto para contestar.
(Columna publicada en la edición impresa de El Norte de Castilla el 18 de abril de 2019 en mi sección Días nublados)