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64 Seminci. Toma 1

‘Intemperie’, más que un eco de western

‘Intemperie’, la novela de Jesús Carrasco que tras su publicación en 2013 se convirtió en un inesperado best seller, ya tiene versión cinematográfica. La acomete Benito Zambrano, realizador al que siempre le acompañará el apellido de ‘el director de Solas’ pues fue su opera prima una de esas películas difíciles de olvidar por su verdad. Ahora tras títulos como ‘Habana blues’ o ‘La voz dormida’ se echa a la espalda el guion de Daniel y Pablo Remón en el que también ha participado sobre la novela homónima y la Seminci apuesta por el filme para su apertura siguiendo la línea de abrir la competición con cine español.

Zambrano y los guionistas apuestan por convertir esta historia de perdedores, de la sombra alargada del mal, de la posibilidad de perdón en un western y todo va bien, durante el 80 por ciento del metraje de la película. Con un niño Jaime López defendiendo su difícil papel, con un Luis Tosar comedido y en su sitio y con un Luis Callejo que defiende la dificultad de un personaje malvado sin matices. Planos abiertos, excelente fotografía de Pau Esteve Birba, una banda sonora que en los momentos más críticos recordaba quizá no por casualidad a la de ‘Los santos inocentes’ y el ritmo adecuado a la dureza de la historia: un niño que huye no solo de la pobreza que carcome a los suyos sino de una herida que se intuye profunda.

Lástima que al final ese afán por contar la historia a modo de western se vaya de las manos por la recreación sin fuerza del ‘duelo’ final. Este y el hecho de que los malos sean malos de solemnidad no solo en sus acciones sino hasta en su físico, sin posibilidad de matices, son los puntos débiles de la película.

‘Arab blues’

El segundo round de este Festival fue para una directora novel, Manèle Labidi, que cuenta en ‘Arab Blues’ o ‘Un diván en Túnez’ (el lío de los títulos y sus traducciones en los diferentes países de estreno) la historia de una psicoanalista formada en París de padres tunecinos que decide volver a sus orígenes y establecer en el país de sus ancestros su consulta. Como tantos hijos de emigrantes que en un momento deciden dejar la presunta comodidad de los países de acogida y apostar por echar una mano donde más se necesita. Choque de culturas con el fondo tenue de la fallida Primavera árabe que hubiera dado para mucho más. Labidi muestra aquí su impericia, pues, aunque la película tiene momentos interesantes, no remata ninguna de las apuestas que hace. Unas veces es una comedia, en otras parece querer hacer crítica social, incluso política, roza la fantasía en algunos pasajes… y esa mezcla acaba superándola. Sus personajes a veces son caricaturescos y otras no están bien definidos, pero no estamos ante una película caricaturesca, sino ante una tentativa que hubiera necesitado un mayor reposo. Quizá Punto de Encuentro hubiera sido en cualquier caso una sección más adecuada para ella.

Y bailamos

Georgia, país invitado en esta edición de la Seminci, estuvo representado en la segunda jornada de Sección Oficial por el filme ‘Da Cven Vicekvet’, título traducido al inglés como ‘And then we danced’. Y el segundo ejemplo de un director nacido en el país de emigración de sus padres, en este caso Suecia, que decide volver a sus raíces, en este caso Georgia, para contar una historia que también tiene que ver con el choque de las rígidas tradiciones con las costumbres más abiertas que impone la globalización. Lavan Akin aborda el tema de la homosexualidad, un tabú en una sociedad dominada por la Iglesia ortodoxa. Akin comprobó en sus carnes la intolerancia hacia los homosexuales cuando en el 2013 asistió en la capital, Tiflis al intento de desfile del Orgullo Gay que fue atacado por miles de personas, y también por las dificultades que tuvo el rodaje de esta historia que transcurre en el seno de la Compañía Nacional de Danza de Georgia, la encargada de preservar las danzas tradicionales georgianas, en las cuales los papeles de hombre y mujer están perfectamente diseñados y diferenciados.

Merab, un joven que va para primera figura en la Compañía se enamora de un recién llegado al grupo, Irakli, descubriendo así su homosexualidad. La historia está condenada al fracaso, pues si se descubre ambos serán expulsados del grupo, ya que la rigidez de las normas no impregna solo las mentes de sus responsables, sino también de sus compañeros. Merab, por otra parte, no lo tiene fácil en casa, donde la pobreza y los conflictos con un hermano al que le va más la juerga que la danza y una madre presente solo físicamente son el pan suyo de cada día.

Levan Akin demuestra ser un director sólido al frente de la cámara, con las ideas claras, ágil en las secuencias complicadas, aunque quizá haya que achacarle al guion una cierta tardanza en plantear de lleno el tema central del film. Un film en el que la música y la danza son tan protagonistas como los personajes, ya que encierran claves que ayudan a entender en su totalidad la historia.

(Por cierto, una cuestión al margen. Últimamente parece que el cine en salas lo patrocinan empresas de audífonos. ¿De verdad es necesario ese volumen que hace tan incómoda la visión de las películas? ¿Consideran a todo el mundo sordo o ven potenciales consumidores de ‘sonotones’? Dicho queda a modo de súplica)

El microrrelato según Rünarsson

Existe el largo, el corto, el mediometraje y también el microrrelato fílmico. Y este lo maneja a la perfección el islandés Rúnar Rünarsson, director que ya fue premiado en la 56 Seminci: ganó el primer premio de Punto de Encuentro con ‘Vulcano’, que también fue seleccionada en la Quincena de Realizadores de Cannes. En ‘Eco’ su tercer largometraje compone un mosaico de 56 escenas ambientadas en la Navidad islandesa. Pero que nadie espere una ‘película de Navidad’, casi un subgénero del cine más comercial. Por supuesto que no. Rünarsson hace una radiografía de la sociedad contemporánea (aquí vemos como al menos en las sociedades desarrolladas las cosas van por carriles similares) a través de pequeñas escenas rodadas a cámara fija. No tienen relación entre sí, pero el espectador puede componer la historia y relacionarlas según su sensibilidad y entendimiento. La muerte y la vida, la fiesta y el drama, la ancianidad, los niños en la función de Navidad mientras sus padres solo los ven a través de la cámara del móvil (la presencia de este aparato en nuestras vidas está tratada con mucho humor). Entre la frialdad de la nieve y el expresionismo, los 56 cuadros de Rünarsson funcionan más de una vez como un espejo. Y son cuadros de una calidad estética potente gracias también a la fotografía de Sophia Olsson. Muy recomendable.

Foto de Intemperie: Lucía Garré

De ”Arab vlues’: Carole Bethuel

De And then we danced Lisabi Fridell

De ‘Eco’Jour2fete

Sobre el autor

Más que un oficio, el periodismo cultural es una forma de vida. La llevo ejerciendo desde que terminé la carrera. Hace de eso algún tiempo. Me recuerdo leyendo y escribiendo desde que tengo uso de razón. La lectura es mi vocación; la escritura, una necesidad. La Cultura, una forma de estar en el mundo. Dejo poemas a medio escribir en el bolso y en todos los armarios.


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