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66 Seminci: Toma I

DEL HOMENAJE A UN MITO AL PROMETEDOR DEBUT DE UNA DIRECTORA

 

…Y la pantalla se convirtió en espejo. Y el teatro Carrión en una especie de máquina del tiempo. Allí estaban, 46 años después, algunos de los que en 1975 acudieron al estreno en España de ‘La naranja mecánica’, un hito en la filmografía de Stanley Kubrick y un hito en la lucha de la creación libre contra la censura. El film que rompía moldes, que usaba la violencia como un mensaje contra todo tipo de violencias, sufrió prohibiciones por tierra, mar y aire, unas veces desde las censuras de los distintos países y otras desde el propio director que, dada la controversia que despertaba su obra, se negaba a que se proyectase si no era en los lugares y condiciones adecuadas. Por una de esas rocambolescas situaciones que se dan cuando en un país una dictadura está llegando a su fin, pero aún no se vislumbra la democracia, la película pasó las barreras administrativas y se incluyó en el programa de la vigésima Semana de Cine de Valladolid, heredera reciente de la Semana de Cine Religioso y, como cuentan las crónicas, el estreno nacional tuvo lugar en la que pasaba por ser una de las ciudades más conservadoras del país, inmersa en esos días en graves conflictos estudiantiles y laborales que también vaticinaban el comienzo de una nueva era.

La historia es conocida. La recuerdan sus protagonistas, entonces jóvenes antifranquistas, o estudiantes deseosos de ver abrirse las conciencias de un país anclado aún en el pasado, o inteligentes responsables de un certamen cultural por donde podía entrar más fácilmente el aire nuevo de la futura democracia. Muchos estaban el viernes en la sala, en la misma sala donde 46 años antes ni un aviso de bomba pudo pararla proyección. Y estaban viéndose a sí mismos contarlo en pantalla. Por mor de ‘La naranja prohibida’ el filme de Pedro González Bermúdez, director que ha hecho del propio cine la materia de su cine documental (‘Regreso a Viridiana’, ‘El último adiós de Bette Davis’, Nostromo: el sueño imposible de David Lean’, ‘Arrebatados: Recordando a Iván Zulueta’…)

Valladolid 1975. Colas para ver ‘La naranja mecánica’. Foto: Archivo Seminci

Rodaje de ‘La naranja prohibida’.

La película, recibida con aplausos, cuenta la historia en dos planos. Por una parte, el relato de uno de los protagonistas del filme de Kubrick. Malcom MacDowell, que está en Valladolid, esta vez en persona y que acudió al primer pase del documental, contaba en rueda de prensa que dijo sí, sin lugar a dudas, a participar en este proyecto. Su voz en off recuerda en ‘La naranja prohibida’ la llamada de Kubrick, el halo de director de culto que por entonces ya tenía, el temblor de un actor muy joven (para siempre el icono de bombín y pestañas postizas en su ojo derecho que fue el cartel del film) que se enfrentaba a un genio y que le dio pocas pistas acerca de su personaje. “¿Quién es este tipo? ¿Cómo es Alex Delarge?”, cuenta que le preguntó a Kubrick. “Para eso te he contratado para que lo averigües”, le contestó. Desconcertante respuesta para un actor que estaba en sus comienzos. Con el tiempo ha sabido que ese fue precisamente un gran regalo.

Bien, la película, la de ahora, sigue este hilo narrativo con un gran apoyo documental, fotografías de la época, entrevistas con Vicente Molina Foix que fue el traductor y adaptador de los diálogos de al español. Y por otro lado está la historia vallisoletana contada por sus protagonistas: Carmelo Romero, entonces director de la Seminci, miembros del equipo como Fernando Herrero, Jesús Ojeda o María Calleja. Escritores como Gustavo Martín Garzo, periodistas como María Aurora Viloria o José Miguel Ortega, y espectadores de ese estreno como el gestor cultural Miguel Ángel Pérez Martín, entre otros. Todos ellos protagonistas del Valladolid de entonces reflejado también en multitud de imágenes y testimonios. Las entrevistas que se intercalan están rodadas en distintas dependencias del teatro-cine que le sirvió de estreno y esos planos, demasiado invariables quizá, tienen un tono amarillento como si quisieran reflejar ese paso de los años.

La película trasciende el interés local (todo vallisoletano la disfrutará con una mezcla de melancolía y alivio, me imagino) porque refleja una España que estaba en obras. El espectador tendrá que asumir que el nuevo libro de estilo del género documental se doblega a un ritmo que en ocasiones impide disfrutar de la imagen. Un poco de serenidad, unos segundos de paro ante documentos interesantísimos serían de agradecer y no mermarían un ápice, al contrario, el interés del filme. Pero esta parece una vez más una batalla perdida.

Una película muy recomendable para refrescar la memoria de lo que fuimos. Como conviene que la vean las nuevas generaciones. Algunos de cuyos representantes al final del documental (que previamente habían visto el film que se homenajea) daban su opinión. El 90% opinaban que una película como ‘La naranja mecánica’ ahora sería impensable barrida por la censura de lo políticamente correcto. Amarga reflexión: superamos una censura para entrar en otra.

UN VERANO PARA DESPERTAR A LA VIDA

La primera película a concurso de Sección Oficial llega de la mano de una debutante en el largo, Clara Roquet, a quien conocimos en la Seminci de 2015 por su premiado corto ‘El adiós’, en el que se basa este film. Imposible no relacionar esta película con otras de parecida temática, parecido tono, similar mirada… Lo cual no es bueno ni malo, simplemente un hecho. Una adolescente busca su lugar en el mundo. Desde su silencio intenta descubrirlo con los ojos abiertos y la mirada aún inocente: ve la descomposición del matrimonio de sus padres, descubre que hay adolescentes en otras partes del mundo cuya experiencia no tiene nada que ver con la suya, circunscrita a un ambiente familiar cerrado, privilegiado y protector. Descubre el Alzheimer, esa fisura que se abre en la conciencia cuando un ser querido ya no te reconoce. Y todo eso en un verano, como en tantos veranos de nuestras vidas, en los que descubrimos otras dimensiones de la realidad porque eran tiempos de libertad, de mayor laxitud en las normas. Libertad, esa niña colombiana que será el vehículo de todos los descubrimientos.

María Morera, en una escena del film.

Imposible no acordarnos de ‘Tres días con la familia’, de ‘Verano 1993’, de ‘Las niñas’… hay en todas ellas salvando las diferencias esas miradas calladas ante lo que sorprende o aún no se entiende. En este caso, además, hay una directora que confiesa su amor por el cine de Lucrecia Martel y también recuerdan algunas secuencias esa piscina, ese verano, esas camas revueltas de la siesta veraniega de ‘La ciénaga’, salvando las muchísimas distancias… En fin, vemos en Clara Roquet un pulse firme en este primer largo, una sabia elección de las protagonistas: la mirada de Nora (María Morera) que no necesita palabras y resiste los primeros planos, la presencia siempre reconfortante de Vicky Peña, la maestría de Nora Navas… Y un futuro prometedor.

Sobre el autor

Más que un oficio, el periodismo cultural es una forma de vida. La llevo ejerciendo desde que terminé la carrera. Hace de eso algún tiempo. Me recuerdo leyendo y escribiendo desde que tengo uso de razón. La lectura es mi vocación; la escritura, una necesidad. La Cultura, una forma de estar en el mundo. Dejo poemas a medio escribir en el bolso y en todos los armarios.


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