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66 SEMINCI. TOMA II

PAUL SCHRADER, QUE NUNCA DEFRAUDA

El cineasta estadounidense Paul Schrader brillaba en el cartel de la segunda jornada del Festival (es una de las estrellas de la presente edición tan llena de debutantes) y no defraudó. Su ‘Contador de cartas’ es un consistente, medido, frío e intenso a la vez film sobre uno de los temas favoritos del director de la recordada ‘Afliction’, la culpa y la redención. En este caso encarnados en el personaje de William Tell, ex militar y jugador profesional de cartas encarnado con brillantez y la sobriedad que exigía el guion por Oscar Isaac.

Tell, ex miembro de las operaciones especiales de EEUU, participó en los crímenes cometidos durante la guerra de Irak en la prisión de Abu Ghraib y esa culpa le persigue aún después de haber redimido su condena a diez años de cárcel, lugar en el que encuentra paz en la rutina y en la lectura (un plano nos lleva a las Meditaciones de Marco Aurelio) costumbre ésta a la que jamás había prestado atención. A su salida de prisión encuentra una manera de seguir redimiendo esa culpa que lleva esculpida en el rostro, pretendidamente inexpresivo, aunque de profunda mirada: sobrevivir sin casa, sin afectos, manteniendo una “inexistencia monótona”, según su propia definición, viajando por todo el país, de casino en casino, pasando las horas en esas atmósferas irreales, kitsch, donde nada ni siquiera la suerte tiene visos de verosimilitud. Durmiendo en los típicos moteles de esos territorios impersonales perdidos en el mapa del inmenso país. En uno de esos casinos le encuentra un extraño joven, Cirk, que pretende involucrarle en sus planes de venganza contra un sangriente teniente coronel (encarnado por el actor fetiche de Schrader, William Dafoe que una vez más carga con un demoníaco papel) a quien culpa del suicidio de su padre. También conoce a La Linda (Tiffany Haddish) que se convertirá en la representante del jugador y que carga a su vez con los tópicos de este tipo de personajes femeninos (La felicidad nunca es completa).

Tan atractiva como la historia, resuelta en continuos y precisos diálogos, es la ambientación. Esas atmósferas frías, las líneas rectas de la decoración de los moteles, los grises combinados con las telas blancas con las que el protagonista tapa cualquier asomo de calidez o distinción (una idea brillante) en sus intermitentes refugios convertidos en la prolongación de su celda carcelaria, son un acierto más de la película. El guionista de filmes como ‘Taxi driver’ y director de títulos como ‘American Gigoló’, ‘Mishima’ o ‘Adam resucitado’ nos muestra a uno de esos personajes controvertidos y oscuros que tanto le motivan. Martin Scorsese firma la producción.

Escena de ‘El contador de cartas’

Schrader, a quien la Seminci dedicó una espiga de honor y un ciclo durante su quincuagésimo octava edición, elevó el inicio de esta recién aún estrenada Sección Oficial que en la última sesión del primer día contó con otro multipremiado y prestigioso director, el iraní Asghar Farhadi, también viejo conocido del Festival. Farhadi (ganador de sendos Oscars por ‘Una separación’ y ‘El viajante’, ambas proyectadas en Valladolid) nos lleva de nuevo al Irán actual para contar la historia de Rahim, un hombre honesto pero que está en prisión por una deuda y que prefiere seguir teniendo la conciencia tranquila a quedarse con un dinero encontrado casualmente por su novia y que le ayudaría a saldarla en parte y salir de prisión. Durante las dos jornadas que dura su permiso carcelario asistimos a una desesperante rueda de contratiempos, pues lo que en principio es una buena acción (Rahim decide buscar a la persona que perdió las monedas de oro por lo que los directivos de la prisión tratan de sacar provecho dando la exclusiva de una historia tan poco frecuente a una cadena de televisión) acaba volviéndose contra él, un hombre al fin pusilánime al que la vida ha golpeado hasta humillarle, al que le van faltando las fuerzas y al que por momentos imaginamos en un trágico final.  Las redes sociales y su facilidad para extender falsos rumores y acabar con el honor de sus víctimas están también colateralmente en la historia.

Un guion bien trabajado y una interpretación protagonista más que correcta hubieran tenido que acabar en un filme más redondo. Con todo, Farhadi demuestra una vez más su solvencia con el atractivo añadido de mostrarnos la vida cotidiana de en un país del que solo conocemos las peores noticias que sirve el telediario. Los responsables de la prisión con su afán de tapar las condiciones en que viven los presos con una buena historia, los trabajadores que restauran un tesoro patrimonial, la directiva de una ONG, las mujeres que rodean al protagonista, los burócratas municipales forman un mosaico revelador.

HOMENAJE (UNO MÁS) AL CINE

‘Last film show’ es el quinto largometraje del director indio Pan Nalim que debutó tras nueve años de trabajo en el proyecto con la exitosa Samsara. En esta ocasión hace un homenaje al cine (mejor habría que concretar, un homenaje al soporte del celuloide, a través de la historia del pequeño Samay que queda fascinado por el séptimo arte cuando sus padres le llevan a ver su primera película. Su obsesión a partir de ese día será descubrir la magia que hay detrás de una proyección y convertirla en su modo de estar en el mundo. Una aldea remota, una familia venida a menos, un padre autoritario que no duda en golpear al niño cuando éste comete alguna travesura, una pandilla que no duda en seguir a Samay en sus sueños cinéfilos y un cómplice fundamental, Fazal, el proyeccionista equivalente de Totó en Cinema Paradiso… son los ejes de la historia. Nalim demuestra tener un alto sentido del color, de la estética, en esta película que tiene sus momentos bollywoodienses, pero su apuesta por el tono de fábula y el toque naif se vuelven en su contra, el manierismo y la exageración gestual lastran por momentos su desarrollo.

Sobre el autor

Más que un oficio, el periodismo cultural es una forma de vida. La llevo ejerciendo desde que terminé la carrera. Hace de eso algún tiempo. Me recuerdo leyendo y escribiendo desde que tengo uso de razón. La lectura es mi vocación; la escritura, una necesidad. La Cultura, una forma de estar en el mundo. Dejo poemas a medio escribir en el bolso y en todos los armarios.


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