Con apenas dos días de diferencia se han ido dos hombres lúcidos e inteligentes a los que entre otras cosas unía la poesía. Ambos habían vivido tiempo fuera de España y ambos mantuvieron los lazos con su tierra. Les unía también la discreción que da la inteligencia
Fernando Zamora era un médico humanista. Un hombre de extraordinaria sensibilidad. Poeta y artista. Me enamoraban sus cajas, esas ‘piezas de cámara’ como las llamó en alguna exposición en la que humildes objetos adquirían la dimensión de sus versos. Su obra plástica y su obra poética eran acordes de una misma melodía. Repito lo que escribí con motivo de la exposición que pudo verse en el Palacio Pimentel de Valladolid, hace ya unos años. Zamora demostraba que “el arte contemporáneo, que tan bien se ajusta a la transgresión de los géneros, puede inquietar sin gritar, puede sorprender con la mínima retórica, puede invitarnos con suavidad a abandonar el camino conocido y aventurarnos por sendas sin señalizar”.
Esa misma sensación de serenidad, de fuerza sin aspavientos derramaba la poesía de Arcadio Pardo. Un poeta durante tiempo casi secreto. El (re)conocimiento le llegó tardíamente en comparación con la alta calidad de su obra. Pero también esta circunstancia era mirada por él con distancia y con ese fino sentido del humor que le acompañó hasta el final.
Ese humor que pude comprobar que seguía intacto cuando nos vimos este verano en su estancia veraniega en Valladolid que solo la pandemia había interrumpido en los últimos tiempos. No pensé que sería la última vez…
Nuestra tierra ha perdido a dos grandes escritores. Es un tópico decir que nos quedan sus obras. Pero a veces los tópicos tienen la materia de lo cierto. Así que aquí dejo, a modo de homenaje, sendos poemas para recordarlos.
De Fernando Zamora Incendio, de su ‘Libro para quemar’:
“Arde con el sol/ este poniente de junio// Plaza Mayor/ de sombra y de murmullos// Dardos/ alados/ silbos/ de golondrinas// ¿Oyes las voces /que amábamos?// Armarios/ sin espejos/ viejas ropas con el corazón plegadas/ Pared/ más alta que el olvido// Arde la casa// ¿Dónde/ las voces enamoradas?// Pavesas/ de silencio/ por el aire.”
De Arcadio Pardo, un poema de ‘Presente y Cercanías del presente’, su último libro:
“TAMBIÉN me brota pospresente./ Y solo/la breve sucesión es mientras dura/ emitir esa sílaba: es./ Tan que uno se reduce -se somete-/ a quebradizo y solo/ entre pre- y entre pos-, justo lo que/ sin ser, ya es uno un siendo.// Ni el tiempo del rumor de la caída/ de piña desprendida,/ del picoteo en tierra del pájaro,/ del propio mío pestañear.// Apretado entre fallas que se juntan/ y trastornan relieves,/ soy/otro de quien ha escrito ahí arriba:/ TAMBIÉN me brota pospresente./ Soy siempre forastero de estos pagos/ tan sin embargo míos”.