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Diario de Lecturas (III). En busca de lectores cómplices

A PROPÓSITO DE ‘EL INTELECTUAL RAMPANTE’ DE BASILIO BALTASAR

Hay libros vitamínicos. Conviene consumirlos en pequeñas dosis para aprovechar mejor sus efectos. No suelen figurar en las listas de los más vendidos, ni ocupar puestos de privilegio en los escaparates ni en las mesas de novedades de las librerías, pues a su alrededor no suelen desplegarse grandes movimientos publicitarios, pero, en contrapartida, pueden aspirar a una longevidad mayor siempre contando con la complicidad de libreros aspirantes a construir un fondo con cierta personalidad, y con la constancia de distribuidores y editores.

Valga este preámbulo para comentar mi lectura de ‘El intelectual rampante’, el último libro de Basilio Baltasar que llegó a nuestras manos gracias a KRK, uno de esos sellos que llamo ‘milagro’ por la originalidad e interés de sus propuestas, así como el cuidado y gusto con que las presentan.

Basilio Baltasar, periodista, escritor, editor, exdirector de la Fundación Santillana, actual director de la Fundación Formentor y entusiasta promotor de espacios destinados a fomentar el pensamiento y la resistencia cultural, reúne en este volumen ensayos diversos, algunos ya publicados en medios como Claves, Jot Down, El País, La Vanguardia o Carnets de Formentor, publicación esta última que recoge anualmente ensayos relativos a la obra de los señalados con el premio Formentor cuyo jurado preside. En este contexto se sitúa la interesantísima aportación en torno a la obra de Annie Ernaux, una de las recientes ganadoras del premio.

Reunidos así los ensayos y artículos no solo dan coherencia y contexto al pensamiento de su autor, como muy bien señala Anna Caballé en su prólogo, y nos permiten descubrir sus preocupaciones más significativas, sino que su lectura en conjunto los convierte al mismo tiempo en mapa y brújula: en mapa de sus gustos y preferencias, y brújula de su razonado viaje. Hay libros-árbol cuyas ramas invitan al lector a no conformarse con lo expuesto a primera vista, sino a profundizar en el conocimiento que derivó en apasionada lectura y lúcido comentario de lo leído y descubierto. Este es uno de ellos.

Estamos ante un libro cuyo título constituye de entrada el primer toque en el hombro del lector dispuesto a adentrarse en sus páginas de papel biblia y cuerpo de letra mínimo por el interrogante que plantea y que esclarece en el preámbulo. Este define y da pistas sobre el intelectual y su tarea, la tarea de que la inteligencia sea impertinente, ya que en su obligación de hacer comprensible la realidad, de discernir el mundo, no tiene por qué ser complaciente: “La ejemplaridad no es un asunto que concierna al intelectual. A él le corresponde –escribe– ser un pensador inquisitivo que deshace simulacros y revela imposturas. No está obligado a ofrecer consuelo. No es un divulgador que publique manuales de autoayuda” (pg. 33)

Advertidos por el prospecto, por el esclarecedor manual de instrucciones, nos adentramos en su itinerario lleno de ventanas, empinadas cuestas, zonas de descanso y placenteros paisajes.

Por sus páginas aparecen, además de los citados, otras cumbres literarias como Cees Nooteboom, Ricardo Piglia o Mircea Cârtârescu, pero también artísticas como Goya, El Bosco o Rembrandt, o miradas punzantes sobre la actualidad en el arte de la viñeta como las de El Roto. Especialmente grata es la lectura de capítulos como ‘El mito de Don Quijote en La Habana’ o ‘Filosofía portátil de un vagabundo’, dedicado a Josep Pla, ese “autor de una literatura sin tesis” (pg. 289).

A su manera, este libro reclama una suerte de lector, si no visionario para el cual Piglia entendía que escribían autores como Kafka, Borges o Lowry, al menos cómplice, dispuesto a leer lo que no está escrito, “el compinche que el escritor está esperando”.

O el tipo de lector que reclama para Harold Bloom de quien considera que “acude en socorro del lector agobiado por la trivialidad contemporánea (…) el que anima a frecuentar sin complejos los grandes monumentos literarios” en un mundo “en el que la lectura es un arte que agoniza” (pg. 230)

Como ya se ha dicho, vistos en su conjunto los escritos de ‘El intelectual rampante’ muestran algunas de las preocupaciones constantes de su autor. Como el alejamiento del humanismo, la dignidad humana amenazada por el impacto sin control de las nuevas tecnologías y sus espejismos, y la falta de espíritu crítico de una sociedad formada por usuarios compulsivos de redes sociales donde a menudo imperan el odio, la violencia y las fake news. Lo hace dando la palabra a autores como Albert Camus y su visionaria novela sobre ‘La peste’ o a Doris Lessing, Blanchot o Levi Strauss, que también aparecen en sus páginas reivindicando su autoridad. Leyéndolos recordé otras lecturas como los ensayos del tristemente desaparecido Nuccio Ordine, en particular su esclarecedor ‘La utilidad de lo inútil’ y la conversación que mantuve con él para una entrevista publicada en la revista Turia a propósito de una sociedad que hacía dejación de una formación humanística de calidad. No sé si llegaron a conocerse, pero los imagino cómplices en sus denuncias.

Hay que advertir, para no asustar a la audiencia, que, al arte de la impertinencia, Baltasar añade la práctica de la fina ironía y el humor por lo que a menudo nos saca la sonrisa y hasta alguna carcajada (el capítulo dedicado a la teoría del futbolismo es un ejemplo) pues no nos engañemos, el espejo nos refleja a menudo: quién no ha sido atacado alguna vez por el “fervor de la ignorancia ante la que pelea Zenón, el personaje de Marguerite Yourcenar” (pg. 299)

Especialmente actuales resultan dos de los últimos artículos presentes en el libro. Los titulados respectivamente ‘La década mutante’ y ‘Zombies y androides del tercer milenio’, en ellos aborda un asunto que le ha valido algunas de las mayores críticas y cuyo análisis resulta molesto para muchos: el impacto de las redes sociales y sus falsas promesas en torno, entre otras cosas,  a la difusión cultural masiva o la participación democrática en la gestión de los grandes asuntos públicos; la falta de evaluación crítica del impacto tecnológico en el tejido social y cultural o el dominio de la violencia en videojuegos, y en las series de exitosas plataformas audiovisuales y su consumo acrítico. Cabe como colofón señalar esta cita: “La guerra cultural entablada entre el humanismo y sus enemigos libra en el campo de la ficción una decisiva batalla de ideas de la que no todos los protagonistas son conscientes”. (pg. 372)

En una época en que muchas palabras han perdido su sentido por el abuso o el uso torticero que de ellas se hace, me atrevo a decir que este es un libro necesario. Que necesitamos libros como éste para reconducir nuestra mirada, a menudo atrapada en el círculo vicioso de cantos de sirena, hacia aquellos autores y autoras verdaderamente inmortales cuya grandeza nos alimenta.

FICHA TÉCNICA
El intelectual rampante
Basilio Baltasar
Editorial: KRK
Páginas: 373
Precio: 24,95

Sobre el autor

Más que un oficio, el periodismo cultural es una forma de vida. La llevo ejerciendo desde que terminé la carrera. Hace de eso algún tiempo. Me recuerdo leyendo y escribiendo desde que tengo uso de razón. La lectura es mi vocación; la escritura, una necesidad. La Cultura, una forma de estar en el mundo. Dejo poemas a medio escribir en el bolso y en todos los armarios.


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