(Publicado en la edición imrpesa de El Norte de Castilla el 5 de febrero del 2009)
Si algo ha demostrado el Musacac en su primera etapa de existencia es la importancia de tener un proyecto, un claro camino a seguir. El proyecto podrá tener adeptos y críticos pero no hay nada más tranquilizador que detrás de una institución cultural, máxime si está en sus inicios y ha de ganarse un lugar en la ‘oferta’ ya existente, haya una dirección, unos objetivos claros que cumplir, en definitiva un proyecto que defina su personalidad. Creo que el Musac hasta ahora, bajo la batuta de Rafael Doctor y–como él mismo se encarga de repetir siempre que puede– con la complicidad y respaldo profesional de su equipo, ha conseguido este objetivo. El Musac ha logrado poner a León y por extensión a Castilla y León en el mapa del arte más actual. Que se hable de la comunidad en el mundo.Y eso no lo han conseguido en tan poco tiempo muchas campañas turísticas en las que tanto empeño se pone. Y otra cosa muy importante: que la ciudad se sienta orgullosa de su museo, incluso aquella parte de la ciudad que nunca se hubiera acercado a ese arte a veces tan difícil de leer para los no iniciados. El Musac ha contribuido a familiarizar la mirada hacia unas manifestaciones que, no está de más puntualizarlo, aún no se sabe el alcance que tendrán en el futuro ni su permanencia. Quizá una de las vías de futuro del museo sería profundizar en este debate. Ahora Rafael Docotr lo deja y, como ocurre siempre que una dirección ha marcado tanto con su personalidad un proyecto, se abre un paréntesis, una incógnita acerca del futuro. Un futuro que no debería poner en peligro lo ya logrado. Porque está demostrado que en el terreno de la cultura todo espacio que se pierde, todo proyecto que se empantana es muy difícil de volver a levantar. La permanencia de Agustín Pérerz Rubio en la dirección en funciones, mientras se crea y se cubre la plaza de director, es una garantía de continuidad. Permite respirar tranquilos ya que, como conservador jefe del Museo y comisario de numerosas exposiciones del centro, ha contribuido a formar su personalidad. Y, por otra parte, nada impide que su proyecto, si es que finalmente decide presentarlo, sea valorado positivamente por la comisión de expertos que se elija para resolver el concurso internacional que se abrirá, si hacemos caso a los planes de la Consejería, en breve. Y un apunte sobre el asunto del código de las buenas prácticas. En principio, nada que objetar. ¿Quién no va a estar de acuerdo con que las plazas se cubran de una manera profesional y que en este terreno las direcciones de los proyectos no estén sujetas a los caprichos o a los vaivenes políticos? Pero no se debería plantear como la panacea. No seamos ingenuos. ¿O es que algunas grandes ‘estrellas’ del panorama de la gestión museística van a postularse en algunos casos sin garantías de éxito? Por cierto en materia de independencia el Musac también ha sido un ejemplo y eso es algo que se debe reconocer a los sucesivos res ponsables de Cultura de la Junta.
(La fotografía de Marina Núñez en su exposición del Musac es de C. Hernández)