HORVÁTH SE ATREVE CON EL AMOR ROMÁNTICO Y AUREL NOS SITÚA EN UN EPISODIO DE LA GUERRA CIVIL EN UN CAMPO DE CONCENTRACIÓN FRANCÉS
Uno de los valores de la película ‘Preparativos para estar juntos un periodo de tiempo desconocido’ (creo que debe de ser el título más largo de cuantos se han proyectado en el Festival en toda su historia) es su capacidad para mantener la intriga hasta el final. No siendo en puridad una película de intriga. La fantasía a la que aboca todo enamoramiento es explorada hasta el límite por la directora húngara Lili Horváth en su segundo largometraje. Con él vuelve al Festival, donde ya presentó el de su debut (‘The Wednesday Child’) en la Sección Punto de Encuentro. Horváth, ahora en Sección Oficial cuenta una historia de amor en clave de thriller, solo que aquí el misterio viaja desde los acontecimientos de la vida ‘real’ a la mente de la protagonista. Y vuelta. Y ejercita esa función del arte que es hacernos transitar por la difusa frontera entre realidad y ficción.
Marta Virzy es una prestigiosa neurocirujana húngara que ha desarrollado la mayor parte de su carrera en Estados Unidos. En un congreso en New Jersey conoce a un colega de su misma nacionalidad y la atracción entre ambos es tal que conciertan una cita en el plazo de treinta días en el Puente de la Libertad de Budapest. Para que el romanticismo lo sea de verdad ni siquiera se intercambian los teléfonos. En la fecha indicada, ella acude al encuentro, pero no así su colega, János. Marta, decepcionada, decide regresar a casa, pero en el último momento se arrepiente y vuelve decidida a buscarle. Cuando por fin lo encuentra, en el aparcamiento de la Facultad donde es profesor, él asegura no conocerla de nada.
La protagonista, que sufre un desmayo por la impresión, decide abandonar la que ha sido su vida hasta ese momento, incluida su exitosa carrera, e instalarse en su ciudad natal, dispuesta a averiguar si el hombre del que se siente enamorada como nunca antes lo había estado es solo un producto de su imaginación. ¿El encuentro durante el congreso donde todo empezó fue un espejismo, un deseo construido en su mente? Él estuvo allí, lo comprueba en las fotografías del congreso, pero ¿las horas compartidas fueron reales? Asistimos a partir de ahí a las ideas y venidas de ambos personajes: Marta en su nuevo hospital mucho más modesto que aquel del que procede, y donde pronto demuestra que su curriculum no era exagerado; Marta en terapia donde intenta descubrir si tiene un trastorno mental; János en su trabajo, en la presentación de su último libro y esporádicamente en reuniones sociales… Encuentros y desencuentros que más que aclarar despistan al espectador, que asiste a la intriga desde la mirada desconcertada de la protagonista. La inteligencia de Horváth reside en no dejar lugar para el escepticismo, no darle al espectador el tiempo de ponerse a la defensiva ante un posible final feliz, invitarle a participar siquiera por un momento del romanticismo del que hace gala la protagonista, una estupenda Natasa Stork. Y se agradece un respiro en este tiempo de tan cruda y descorazonadora realidad. Es verdad que la apuesta era tan difícil que el final no está a la altura de la tensión del resto del film, pero no por eso deja de ser una excelente película quizá lo mejor que hemos visto hasta ahora en el certamen.
La película explora algo más que el límite de la imaginación en el deseo amoroso, aborda siquiera de pasada el miedo a las relaciones, situado en la parte masculina de una relación heterosexual. Todo un clásico, aquí esbozado en pinceladas. Si esta película hubiera caído en mis manos sin títulos de crédito, sin dosieres de prensa, sin información de ningún tipo, no me cabría duda de que había sido escrita y dirigida por una mujer. Y no solo por la cita de Sylvia Plath que la encabeza. Pero esta es otra historia.
La que nos ocupa está dirigida con maestría, interpretada con acierto (acertada también la elección del partenaire de Marta, el actor Viktor Bodó) y ambientada con inteligencia. La música es un elemento no menor entre los acertados ingredientes del film. Que se cierra con una simbólica y explícita imagen sobre la fragilidad de la vida misma.
DE NUEVO A LA GUERRA
La mañana había comenzado con la proyección de ‘Josep’, del dibujante y diseñador gráfico francés Aurel. En su primer largo de animación recupera la historia de Josep Bartoli (Barcelona 1910-Nueva York, 1995) dibujante y sindicalista catalán, uno de tantos republicanos que se vieron atrapados al final de la Guerra Civil española en los campos de concentración franceses antes de partir para el exilio americano. Dice el director que se enganchó al proyecto cuando supo de Bartoli a través del libro de un sobrino del dibujante, ‘La retirada’, en el que cuenta, con la compañía de los dibujos de su tío, el exilio español. Aurel se prendó de la fuerza de los dibujos, se puso en contacto con el autor del libro y decidió investigar sobre esta parte del final de la guerra, muy pocas veces relatada en comparación con otros episodios de la contienda.
Aurel, que antes había practicado en el corto con ‘Octobre Noir’, tira de ternura, cierta ingenuidad y algo de sentimentalismo al final de la historia para contar cómo la guerra saca lo peor pero también lo mejor de las personas. Y lo hace inspirado por la fuerza de los dibujos del protagonista, alguno de los cuales se recrea en el film. El paso del dibujante por México, antes de su llegada a Estados Unidos, le sirve para introducir a una Frida Kahlo un poco impostada, quizá lo más débil de la película que, con todo, se sigue con interés.