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Veinticinco años ya

(Publicado el 12 de febrero del 2009 en la edición impresa de El Norte de Castilla)

Resulta que fue hoy, justo hoy, hace veinticinco años. ¿Dónde se ha ido todo este tiempo? ¿Cómo es posible que haya pasado sin darme cuenta? Porque yo recuerdo nítidamente la impresión de aquel día. De aquel bar lleno de humo y de ruido. Con la televisión puesta, que nadie escuchaba, ni siquiera oía. Y tu cara en el telediario. Ya sabía yo que nada bueno podía significar tu cara a esas horas en el telediario. Así que me levanté y lo comprobé. Mi amigo se acercó y me dio el pésame. Sabía perfectamente que se acababa de morir alguien importante para mí. Alguien de mi familia… Nuestra relación había comenzado mucho antes cuando yo todavía iba con calcetines de lana y aquel pichi tableado que tanto odiaba y que nos uniformaba algo más que el cuerpo. Tu nombre empezó a sonar en el colegio. Pero se decía bajito, con el rumor de lo no conveniente. Fue suficiente para mí, que andaba siempre buscando argumentos para pasar el tiempo del recreo en algo que no fuera de obligado cumplimiento. Yo por entonces no sabía nada de casi nada. Creo que la primera vez que oí (leí, mejor dicho) la palabra jazz fue en uno de tus libros. Y mucho menos podía saber quién era ese Charlie Parker, que tanto te obsesionaba y al que dedicaste uno de tus cuentos, ‘El perseguidor’. No conocía a casi nadie de toda esa gente sobre la que hablabas en tu habitación ‘de falso estudiante en París’ con otros falsos estudiantes en París. Estabas a años luz de mí. Pero yo te escuchaba con la admiración que se debe sentir hacia un hermano mayor con el que empiezas a descubrir que el mundo es algo mucho más complejo que el lugar seguro en el que vives. Al menos, ya había estado en París, así que podía seguirte casi con lengua fuera por tus paseos hacia el Pont des Arts, deseando volver, sospechando que aquella ciudad que tu paseabas era muy diferente a la que yo había descubierto poco antes en un viaje familiar. Sí, seguro que no tenía nada que ver. Todo en tus historias sonaba muy diferente, como a vida por vivir. Ya nada volvió a ser igual, porque aunque de ti no se hablaba en clase, ni estabas en ninguno de mis libros de texto, acababas de instalarte para siempre en mi vida en el lugar destacado que le corresponde a quien te descubre que hay otra manera de escribir, que procede simple y llanamente de encontrar una manera diferente de mirar. Nunca podré agradecértelo como se merece, aunque esa mirada llevara implícita muchas veces la carga de cierta amargura lúcida. De cierta inteligente ironía que prometía más de un rasguño. Luego me enamoré otras veces, claro. Pero nadie te quitó el puesto preferente de ser el primero en tantas cosas. Hoy hace 25 años que dejaste de escribir. Pero no has dejado de enseñarnos cosas. Yo aquí sigo, de momento, intentando aprenderlas, tratando de abrirme paso cada día en la «masa pegojosa que se proclama mundo». Y ni siquiera sé si a estas alturas me aprobarías el examen de cronopio. Chau Julio.

(La fotografía pertenece al cartel de la exposición “Cortázar vuelve a Bruselas”, celebrada en el 2005)

Sobre el autor

Más que un oficio, el periodismo cultural es una forma de vida. La llevo ejerciendo desde que terminé la carrera. Hace de eso algún tiempo. Me recuerdo leyendo y escribiendo desde que tengo uso de razón. La lectura es mi vocación; la escritura, una necesidad. La Cultura, una forma de estar en el mundo. Dejo poemas a medio escribir en el bolso y en todos los armarios.


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