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65 SEMINCI. TOMA V

AMOR, DOLOR Y MUERTE EN UNA JORNADA CON ESPIGAS A LA VISTA

Potente quinta jornada en el Festival, que comienza casi con seguridad a cosechar espigas. Lo mejor llegó en la tercera propuesta del día en Sección Oficial. ‘There is no evil’ venía avalada por el Oso de Oro en el Festival de Berlín. Como otros directores iraníes, su autor, Mohammad Rasoulof (Shiraz, 1972), sabe lo que es sufrir la censura del aparato estatal de su país (ninguno de sus largometrajes puede verse en Irán), sabe lo que es la cárcel (en 2010 fue detenido durante un rodaje junto a Jafar Panahi, cineasta también muy conocido aquí, y sufrió un año de prisión) y, como otros directores iraníes, ve desde lejos, pues tiene prohibido abandonar Irán, cómo su cine gana premios en festivales internacionales de prestigio. En Valladolid se ha podido ver su obra casi al completo tras el ciclo que la Seminci le dedicó hace un par de años.

There is no evil centra la mirada en la figura del verdugo. En el que aprieta el botón de la muerte en los países donde existe la pena capital. ¿Cómo afecta sus vidas? ¿Es posible negarse a ser el brazo ejecutor en un régimen represivo que también castiga la objeción de conciencia, ya que muchas veces son los ciudadanos que están cumpliendo el servicio militar los encargados de ejecutar la acción? ¿Cuáles son las secuelas psicológicas que sufren? ¿Son responsables del mal? ¿Cómo afecta a las relaciones con los que les rodean? ¿Se puede llevar una vida aparentemente normal, familiar, cuando, aun por obligación, tus manos han acabado con la vida de otras personas? Rasoulof analiza estas cuestiones en cuatro episodios independientes, aunque dos de ellos conectados a lo largo del tiempo. Y lo hace con tal nivel de intensidad que difícilmente deja respiro al espectador.

En el primer episodio asistimos a la cotidianidad de un hombre maduro que recoge a su esposa en el trabajo y a su hija pequeña en el colegio, que hacen juntos la compra semanal y que atienden con dedicación a la madre anciana. Todo es tan aparentemente normal que el avisado espectador sospecha que en algún momento le llegará un puñetazo en el rostro. Se demora, pero llega. Cuando el hombre acude al trabajo, mientras se prepara un desayuno en un pequeño habitáculo hermético, unas luces verdes son la señal de que ha de apretarse un botón, el que abrirá una trampilla y una hilera de condenados dará sus últimos estertores.

A partir de ahí no hay descanso. Acompañamos a un objetor en su tensa y más que peligrosa huida; a un enamorado toparse de cara con la identidad de una de las víctimas y a una joven ajena a las circunstancias en que fue concebida. Solo los planos abiertos del tercer y cuarto episodio, por la cercanía del bosque en uno y la grandeza de las montañas desérticas en el otro, darán un respiro en las historias. Magnífico trabajo acompañado por las más que solventes interpretaciones y en el que las dos horas y media de metraje no provocan cansancio en el espectador.

LOS OJOS DE MICHAEL

La mañana había comenzado con otra historia dura, aunque tan bien contada que a Uberto Pasolini (Roma, 1957), su director, bien se le perdona la tristeza. En ‘Nowhere special’, John es un hombre de 35 años cuyo trabajo de limpiador de ventanas apenas le da para vivir junto a su pequeño hijo Michael. Este es el centro de su vida, y a quien está plenamente dedicado, ya que la madre del pequeño les abandonó cuando éste era un bebé. John desconoce el rencor y su vida sería feliz si no fuera porque le quedan pocos meses en este mundo y su hijo no tiene más familia que él. La historia narra los esfuerzos del padre por encontrar la familia adoptiva adecuada para su hijo. Y las dudas sobre cómo desvelarle u ocultarle en el futuro la verdad.  

La dureza de la historia (también sacada de un caso real) se olvida por los aciertos que Pasolini consigue en su obra. Para empezar, haber encontrado un tono que obvie el desgarro, eluda el ternurismo y el melodrama fácil y escape del positivismo de cualquier manual de autoayuda. La narración es sobria, eficaz, con unos pocos planos descubrimos el carácter de las familias candidatas a la adopción de Michael, sus fortalezas y debilidades (los motivos egoístas que mueven a veces tan solidaria decisión); vemos las dudas del padre, las compartimos; su dolor contenido, su capacidad también para disfrutar de los últimos momentos con su hijo. Lo mejor de todo: los dos actores protagonistas. Siempre es difícil dirigir a un niño, pero Daniel Lamont, que tenía cuatro años cuando se rodó la película, responde con creces a la labor que tanto Pasolini como el actor que encarna al padre, James Norton, hicieron previo al rodaje. Los ojos de Michael/Daniel atrapan como un imán.

VIDA EN GAZA

El punto amable del día lo pusieron los hermanos Arab y Tarzan Nasser autores de ‘Gaza mon amour’. La ciudad que les vio nacer en 1988 en la homónima Franja palestina es también el escenario de una historia sencilla en la que un episodio casual viene a trastocar la pacífica vida de Issa, un pescador en la sesentena que está enamorado en secreto de Siham, viuda también en la madurez y madre de una hija divorciada con la que vive. Los hermanos Nasser, que ya presentaron en la 60 Seminci su primer largometraje, Dégradé, muestran su habilidad para la ironía y el toque de humor. El conflicto palestino israelí queda aquí apartado en el margen para mostrar la cotidianidad de quienes han de seguir adelante en medio de la precariedad y la amenaza de la guerra y dejar espacio para el amor y el disfrute de la vida.

Sobre el autor

Más que un oficio, el periodismo cultural es una forma de vida. La llevo ejerciendo desde que terminé la carrera. Hace de eso algún tiempo. Me recuerdo leyendo y escribiendo desde que tengo uso de razón. La lectura es mi vocación; la escritura, una necesidad. La Cultura, una forma de estar en el mundo. Dejo poemas a medio escribir en el bolso y en todos los armarios.


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