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La memoria recuperada

Ha durado un suspiro en la cartelera de Vlladolid. Casi no ha dado tiempo a que funcionara el boca a boca. Pero al menos hay que agradecerle a los cines Casablanca el detalle de incluirlo en su programación. (Un apunte al margen: a veces los pequeños hacen el trabajo que deberían hacer los grandes. Es como esos supermercados de libros que se inauguran a mayor gloria de los ‘best sellers’ y que apenas dejan un cajón a la poesía y otras, al parecer, rarezas culturales. El negocio es el negocio).
Hablo del documental ‘Bucarest. La memoria perdida’ con el que su director, Albert Solé, ganó recientemente un Goya. (Sí ese Goya perdido que sirvió para fijarnos vez más en las anécdotas, en vez de en lo importante).

Albert Solé es una de esas personas que en estos tiempos se enfrenta a la penosa situación de ver cómo su padre pierde la memoria, mientras llega ese momento terrible en el que ni siquiera sabrá quién es. Su pasado se convertirá en una hoja en blanco y su presente será un lugar de rostros que se van difuminando, de nombres que ya no dirán nada.

El de su padre es Jordi Solé Tura y lleva aparejada una parte importantísima de nuestra historia reciente, no en vano es uno de los padres de la Constitución. Su historia es la de varias generaciones, su peripecia es la de tantos españoles cuyo esfuerzo anónimo o público contribuyó a que este país por fin llegara a una democracia y saliera de las cavernas a las que le había condenado el franquismo. Albert Solé tiene una hija a la que un día le gustará saber quién fue su abuelo, más allá de ese señor de andar inseguro e inseguro hablar al que en la última escena del documental trata de orientar en un laberinto de esos que hay en algunos parques. A ella está dedicada la película.

El director y guionista ha tratado de explicarse su propia infancia llena también de zonas oscuras e inexplicadas, a través de la peripecia de sus padres, de su exilio, de los años de clandestinidad. De la salida del PC del que con el tiempo sería ministro de Cultura en el Gobierno de Felipe González, de sus años de cárcel, de su adscripción a Bandera Roja y después al PSUC. No trata en profundidad los avatares de la política. Ni lo pretende. Aunque haya testimonios de personajes clave de la época como Santiago Carrillo, Jorge Semprún, Felipe González o Manuel Fraga.

Esta es una mirada personal y subjetiva, realizada desde el yo. Tampoco incide en el deterioro que el Alzheimer produce en quien lo padece. Huye de todo dramatismo exagerado. Quizá incluso en este esfuerzo por no cargar las tintas ni en el lado político ni en el personal, el documental resulta en ocasiones hasta un tanto aséptico. Pero no por ello deja de tener momentos intensos. No me gusta utilizar un adjetivo tan manido como ‘necesario’ pero este documental lo es. Es mucho más. Sobre todo ahora que, de tanto manosear la memoria sin mirarla de frente, demostramos que todavía nos da miedo. Obras así son un buen antídoto contra ese miedo.

(Publicado en la edición impresa de El Norte de Castilla el 19 de bebrero del 2009. El fotograma pertenece al documental “Bucarest” y en él aparece Jordi Solé Tura con su primera mujer y su hijo Albert, autor del documental).

Sobre el autor

Más que un oficio, el periodismo cultural es una forma de vida. La llevo ejerciendo desde que terminé la carrera. Hace de eso algún tiempo. Me recuerdo leyendo y escribiendo desde que tengo uso de razón. La lectura es mi vocación; la escritura, una necesidad. La Cultura, una forma de estar en el mundo. Dejo poemas a medio escribir en el bolso y en todos los armarios.


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