LA EXPOSICIÓN DE LOS TRABAJOS BECADOS POR LA ANTIGUA FUNDACIÓN VILLALAR TOMA EL PULSO A LA CREACIÓN EN LA COMUNIDAD
La memoria. De una manera no tanto casual como inconsciente los nueve proyectos que obtuvieron las becas de creación artística en la última convocatoria de la Fundación Villalar (ahora Fundación Castilla y León) tienen ese denominador común. Quizá sea inevitable. Quizá todo acto de creación es un acto de memoria. El resultado de las propuestas que obtuvieron el respaldo de la institución convocante se exponen en el vestíbulo de las Cortes regionales en Valladolid, exposición que aún se puede visitar hasta el 15 de noviembre. Merece la pena cruzar el río (barrera mental más que física) y dejarse llevar en un recorrido lleno de huellas. Poner los pies en las que nos proponen nueve artistas, uno por provincia de la Comunidad. Y sentirnos concernidos por sus propios recuerdos y encontrar en ellos lo que nos une. Y si fuera verdad (a veces lo es, pero no siempre) que una imagen vale más que mil palabras, se podría decir que una exposición como ésta hace más comunidad que mil discursos voluntaristas sin resultado práctico (ni plástico). De manera que hay que felicitarse por el hecho de que las becas vayan a tener continuidad una vez la Fundación ha realizado su propia transición.
El arte como palimpsesto. No tanto para borrar lo que el pasado escribió sino para entrever en los renglones nublados lo que nos dejó para continuar la historia.
Ángela Segovia, que a pesar del apellido es abulense, continúa en ‘Apariciones de una cabaña en el bosque’ su particular camino de investigación en torno al lenguaje poético y su relación con otras formas de expresión artística. En este caso, la imagen atravesada por el azar, la memoria de su infancia y la relación con un lugar de la naturaleza prendido a ella. “Yo quería ir muy de seguido al bosque, a un lugar del bosque, para comprobar si eso le hacía algo a las palabras. De cierto me hizo algo en el corazón”, leemos al inicio del ‘Cuaderno de las jaras (muertas)’, el diario que es una parte del proyecto y que se publicará por separado del libro que será su núcleo central. Palabras que funcionan como señales de su trabajo. Segovia que, entre otros galardones, tiene el Nacional de Poesía Joven Miguel Hernández 2017, dejó una serie de poemas escritos para el visitante de la exposición en el reverso de sus imágenes truncadas e igualmente poéticas.
David Palacín, fotógrafo afincado en Burgos, ha puesto la cámara delante de rostros potentes tanto del mundo del flamenco, en el que se inició de adolescente y luego continuó durante su residencia en Sevilla, como de la inmigración o de los descendientes de esclavos de aldeas africanas que fueron vendidos entre 1536 y 1807 en la isla de Gorée, a donde viajó para retratar a sus habitantes. Su trabajo tiene continuidad en el medio audiovisual, el elegido para el proyecto de ‘Miradas’. En ‘Retrato del viaje que no te conté’ relata en clave autobiográfica un momento de su infancia, entre la vida y la muerte, cuando se cayó de una barca que había comprado su padre. Su hipocondría, el miedo al final, el ahogamiento… su voz en off desgrana la teoría de la resurrección: vivimos pero no dejamos de morir. En blanco y negro con la fusión de imágenes estáticas y en movimiento, compone el relato de las vidas superpuestas.
ARQUITECTURA INDUSTRIAL
León, 1992. En la ciudad se dejarán de oír las sirenas que llaman al trabajo en la azucarera de Santa Elvira, un ejemplo del desarrollo industrial del siglo pasado –la fábrica se instaló en la ciudad en 1935 por iniciativa dela Sociedad Industrial Castellana S.A.— El cierre es inevitable y con él no solo se pierde una actividad industrial en la ciudad sino todo un barrio, ya que como en otros sectores industriales de la época, Santa Elvira era un complejo que además de las instalaciones fabriles incluía cuarenta viviendas para otras tantas familias de los trabajadores, así como cuatro chalets “para los contramaestres” y un parque infantil. “Desapareció todo el barrio de La Vega” afirma uno de los ‘azucareros’ que relatan esta historia en el documental. El prólogo lo pone Antonio Gamoneda leyendo un breve pasaje de sus memorias en los que rememora el paso de los camiones cargados de remolacha por el barrio leonés del Crucero, donde vivía. El artista leonés Jonathan Notario realiza el documental en clave testimonial pero también poética. Ayuda el blanco y negro, el fondo e los nocturnos de Chopin y la realización de maquetas a las que pone vida de forma artesanal. Cuatro ex trabajadores hilan sus recuerdos infantiles con los esfuerzos para que no se cerrara la fábrica o para que se salvaran las viviendas. Ninguno de los cuales dio frutos. A pesar del valor como arquitectura industrial de la época la fábrica nunca fue declarada BIC (Bien de Interés Cultural) y sus restos “parecen colgar del cielo”.
La palentina Ana Marcos continúa en su proyecto ‘Paisajes observables’ su línea de investigación en torno al arte electrónico y digital. Sus imágenes proyectadas en gran formato en la sala componen “un relato de lugares que no existen y personas que no habitan esos lugares”, según las palabras de la propia artista, para quien la imagen documental es el lienzo sobre el que imprimir nuevas experiencias visuales y colectivas. Sobre la base de paisajes reales de la provincia de Palencia y de sus habitantes (así como de los visitantes de la exposición) compone una nueva experiencia de instalación artística. Marcos ha desarrollado otros trabajos en la misma línea utilizando los bigdata que genera un espectador que acude a sus exposiciones. Su formación en ingeniería de telecomunicaciones y su formación artística van de la mano en toda su trayectoria profesional.
LITERATURA SEMINAL
De la tecnología más avanzada a la más tradicional manera de comunicar la poesía. La galardonada poeta salmantina Amalia Iglesias ha dibujado en ‘Leer da tiempo’ el mapa interior de su ser como poeta. Están aquí por tanto la memoria de sus lecturas, las referencias a libros y autores que fueron sustancia en su manera de acercarse a su propia poesía. Lejos de una intención de homenaje o resumen, los ecos de las palabras fundacionales funcionan como raíces, semillas o esquejes con los que componer una nueva partitura. Así resuenan en nuestros oídos, y se citan de forma expresa en los títulos, libros de Vicente Huidobro, César Vallejo, María Zambrano o Lorca. A través de esas referencias más o menos próximas temporalmente a la escritora el libro avanza en su poética personal marcada tanto por la relación con la naturaleza como por la búsqueda de nuevas formas de expresión. ‘Leer da tiempo’ es un título polisémico que expresa para la autora un convencimiento y un deseo: el deseo de tener tiempo para leer no cualquier libro sino aquellos que realmente funcionan como semillas de vida y escritura y el convencimiento de que leer amplifica el tiempo de nuestra propia vida, no solo porque “mantiene en forma los músculos del alma” sino porque nos permite calzarnos” otras huellas para recorrer caminos en los que nunca hemos estado” y, al mismo tiempo, “reconocernos en lo que somos”.
La memoria esta vez no lectora sino vivencial está también y de forma explícita en el título del proyecto ganador por la provincia de Segovia: ‘(Doce) actos de memoria’, del que son autores Nieves Correa y Abel Loureda. Volvemos al campo de las Artes Visuales y la performance en el que trabajan ambos artistas para traer al presente lugares perdidos en el tiempo insertando presencias actuales mediante actos performativos: Volver a habitar esos espacios aunque sea de forma fugaz para recuperarlos en el tiempo y proyectarlos hacia el futuro. Su reflexión en torno a la despoblación y el abandono tiene como origen el concepto ‘lugar de memoria’ acuñado por el historiador Pierre Nora como “cualquier entidad significativa, de naturaleza material o no material, que por la voluntad humana o por la obra del tiempo se haya convertido en un elemento simbólico del patrimonio memoria de cualquier comunidad”. Doce vídeos y una selección de imágenes fijas que componen un retablo contemporáneo de vivencias en las ruinas de una iglesia, en un molino abandonado o en el lugar en el que una taberna o mesón convocaba el encuentro y la charla.
‘Trazados invisibles’ del soriano Alberto Crespo es, como otros trabajos seleccionados, un proyecto en evolución que, por su propia naturaleza, tendrá continuidad en el futuro. Se trata de un proceso participativo en el que una vez más se unen las nuevas tecnologías con las huellas de la tradición en el mundo rural, ya sea las de labores del campo o la ganadería, como también la de los refranes a ellas asociadas. El movimiento de un rebaño a vista de dron, el trazado geométrico de un tractor, el dibujo que realiza sobre la tierra una cosechadora se transforman mediante procesos de digitalización en cartografías y huellas de actividades que de otra manera pasarían desapercibidas en nuestra forma de vida actual. La tecnología sirve aquí para dar una traslación plástica a actividades de las que la vida urbana nos ha desconectado. Como esa nube en transformación, esa constelación cósmica realizada a través del movimiento de las ovejas en el campo.
El trabajo fotográfico de la vallisoletana Cristina R. Vecino juega a menudo con la imagen encontrada. Imágenes antiguas que le sirven para extender su propia idea de la fotografía y sobre las que a menudo compone un discurso que de nuevo une memoria y presente. En este caso, no fueron imágenes sino palabras las que encontró en una agenda anotada durante 1999 por Sergio Rodríguez. De esas palabras parte ‘Nada, nadie, nunca’ en el que la artista crea una identidad ficticia en redes sociales, @S. Zvekic, mediante la que explora la idea de identidad y representación en los nuevos espacios de comunicación en red. Y lo hace asociando las palabras de la agenda con las imágenes que le sugieren que, a su vez, funcionan en ocasiones como palimpsestos donde se funden huellas e impresiones actuales. El resultado final es un libro en el que algunas de las frases de la agenda, que no fueron escritas con este fin (la fotógrafa no conoció a su autor hasta el final del proceso) con su propia inspiración. Un paso más en el trabajo lleno de sugerencia poéticas de esta artista.
La colección arqueológica del Museo de Zamora es parte fundamental en el trabajo de Raúl Lorenzo, quien, durante el tiempo de duración de la beca, desarrolló su proyecto ‘Tiempo mítico’. El resultado es la instalación ‘Sin vuestro hierro caería la noche’ que cierra la exposición en el vestíbulo de las Cortes regionales. El título, sacado de un poema de Claudio Rodríguez (‘A las estrellas’) profundiza en la relación entre las huellas de una cultura arcaica y el efecto que una mirada actual y descontextualizada tendría sobre su imagen. De esta forma piezas reelaboradas y situadas fuera del relato museográfico que las interpreta interpelan al espectador desde un pasado remoto e invitan a mirarlas desde el bagaje de una formación plástica contemporánea.
Nueve miradas, nueve proyectos artísticos, una breve pero significativa muestra de los caminos del arte actual en la Comunidad.
(Fotos cortesía de la Fundación Castilla y León)G